Tráfico de órganos

[3]​ Si bien se trata de una práctica habitual y tradicionalmente unida y rechazada en casi todo el mundo, su estatus legal, sin embargo, está tendiendo a cambiar alrededor del mundo; por ejemplo, Australia y Singapur han empezado a permitir desde el 2013 la compensación económica a cambio de órganos para donantes de órganos vivos.

[9]​ Todas las demás naciones tienen alguna forma de legislación destinada a prevenir el comercio ilegal de órganos, ya sea mediante una prohibición total o mediante una legislación que limita cómo y quién puede hacer las donaciones.

En todo el mundo, la tendencia en la actualidad es hacia una mayor regulación del comercio de órganos.

Según informes, algunos centros de trasplante resuelven este problema "inventando" una excusa médica para los donantes reacios.

La compensación monetaria se ha sugerido como una solución, ya que la disponibilidad de más órganos disminuiría la presión sobre los amigos y la familia para donar.

Dice que a menudo, prohibir las ventas de órganos fomenta los sistemas contractuales basados en compensaciones entre donantes, intermediarios y compradores del bajo mundo.

Sus compañeros y profesores lo llevan al hospital, donde descubren que le han extirpado un riñón.

Además, una recopilación publicada en 1989 en Perú, Pishtacos: de verdugos a sacaojos, muestra la continuidad entre la leyenda urbana sobre tráfico de órganos y relatos tradicionales muy anteriores sobre los pishtacos, hombres blancos que raptaban indígenas para degollarlos y sacarles la grasa corporal.

En 1989, el rumor aparece, transformado, en Lima: los atacantes se llaman Sacaojos, pues extraen los ojos de los niños y trafican con ellos.

[26]​ En España se encuentra una figura similar al pishtaco en el Sacamantecas, que supuestamente robaba niños para extraerles las mantecas (la grasa corporal), que se utilizaban para aliviar las dolencias de los nobles.

[27]​ José Manuel Pedrosa vincula esta leyenda con la creencia antiquísima en el vampirismo y los llamados «crímenes médicos», casos en que, supuestamente, unos delincuentes raptan a niños o jóvenes para extraerles su sangre o su grasa corporal.

En el siglo XX, autores como Ramón Gómez de la Serna, Gerald Brenan, Alfonso Sastre, Manuel Vicent y Bernardo Atxaga les dieron un tratamiento literario o documental.

[37]​ Además, cuando se realiza a través de proveedores médicos afiliados al mercado negro, la operación de trasplante resulta peligrosa tanto para el donante como para el receptor, este último pudiendo contraer enfermedades como hepatitis o VIH.

En algunos casos, los pacientes no sabían que un trasplante de riñón se llevó a cabo.

En otros casos, a los pacientes se les prometieron pagos mucho más altos de lo que realmente recibieron.

Estas y otras cuestiones éticas empujaron al gobierno indio a aprobar una legislación que prohíbe la venta de órganos.

En muchos casos, el donante puede no ser indio o incluso hablar el mismo idioma que el receptor.

[40]​[41]​[42]​[43]​[44]​[45]​ El enorme mercado de órganos, antes legal, no decreció y trasladó esta práctica a la clandestinidad.

En su investigación, Moniruzzaman recolectó más de 1000 clasificados en periódicos populares solicitando órganos y haciendo ofertas imposibles como ciudadanía en un país extranjero.

En Bangladés, el tráfico de órganos es ilegal, pero Moniruzzaman encuentra que sucede casi públicamente.

Durante la operación, los médicos "despiertan" este riñón inactivo y retiran el anterior para la donación.

En esta visión, el segundo riñón es solo equipaje, una reserva de efectivo enterrada en la espalda baja.

Los intermediarios de órganos suman tarifas adicionales para viajes y otra logística, y los vendedores a veces solo hacen la mitad del monto inicial, e incluso entonces solo después de que se completa la cirugía.

Los corredores falsifican pasaportes y documentos legales para hacer parecer plausible que el vendedor esté donando a un familiar de sangre.

La circuncisión se realizó de forma cruda y solo con anestesia local.

"Fue a la India y se dio cuenta de que estaba cometiendo un error.

Se ha denunciado y probado que habitualmente se extraen órganos de reos condenados a muerte con o sin su consentimiento e incluso sin su conocimiento mediante el uso de poderosos anestésicos, lo cual supone un problema legal y jurídico para el poder ejecutivo chino siendo que la ley china encuentra como ilegal la donación involuntaria de órganos.

[48]​[49]​ La creciente preocupación sobre los posibles abusos éticos derivados del consentimiento bajo coerción y la corrupción imperante llevó a grupos médicos y organizaciones pro-derechos humanos a condenar esta práctica desde la década de 1990.

[56]​ Portavoces del gobierno chino han admitido que en los hospitales del país se utilizan órganos procedentes de condenados a muerte, pero afirman que solo en unos pocos casos y siempre con el consentimiento expreso de los presos.

[56]​ Esta ley sin embargo no recoge las donaciones por casos como la "muerte cerebral", circunstancia idónea para este tipo de trasplantes.