Vampirismo

[1]​[2]​ Aunque en la literatura médica se trata el tema hace más de cien años, la bibliografía es escasa.

A finales de la Edad Media se produjo una histeria colectiva respecto del vampirismo.

[2]​ Por tal razón se puede considerar que el vampirismo clínico es un tipo de parafilia poco común.

[12]​ Pese a que este trastorno no está establecido ni aceptado completamente por el mundo médico como un síndrome, el psicólogo Richard Noll[13]​[4]​ señala que suele producirse con mayor frecuencia en los varones, y propone una serie de fases en su desarrollo: No existe tratamiento específico y en concordancia con la teoría psicoanalítica en la etiología del trastorno algunos autores plantean que los pacientes de vampirismo clínico podrían beneficiarse con un enfoque psicodinámico y con la incorporación del pensamiento psicoanalítico en un enfoque terapéutico integral, o con terapias cognitivo-conductuales.

[2]​ Son los llamados vampiros vivos, es decir, aquellas personas que siendo perfectamente normales en su apariencia externa, precisan del consumo de sangre para poder sobrevivir.

El enfermo no puede absorber correctamente la vitamina B12 debido a carencias en la sangre o algún fallo renal.

Conforme progresa la anemia se producen cambios en la tez, debilidad, entumecimiento en las piernas y en ocasiones, pérdida de control.

Los síntomas presentes son palidez, debilidad, dificultad respiratoria, náuseas, vómitos y aversión a la luz.

En la historia, en las crónicas periodísticas y en los registros policiales existen muchos personajes cuya conducta criminal o acciones sangrientas tienen características psiquiátricas indudables que permitirían clasificarlos como pacientes de vampirismo.

[14]​ Sus crímenes y excesos sugieren que podría haber padecido algún otro tipo de trastorno psiquiátrico aunque hay quienes señalan que solo fue un hombre desalmado pero de su tiempo, pues le tocó enfrentar desde niño unos problemas para los cuales era común en esa convulsa época aplicar castigos y medidas extremas escarmentadoras.

Llamada "La Condesa Sangrienta", fue una aristócrata húngara que vivió entre los siglos XV y XVI, famosa en Europa por su belleza.

Durante el juicio no se mostró arrepentido en ningún momento e insistía en haberse convertido en un vampiro inmortal.

El juez dictó la sentencia en 2003 condenándole a cumplir al menos 18 años en prisión sin posibilidad de salir en libertad condicional, calificándolo de «psicópata diabólico, violento y altamente peligroso, no apto para estar en libertad».

[21]​ En EUA la californiana Deborah Jean Finch en 1992 confesó haber ingerido la sangre de su víctima, a la que apuñalo en el cuello tras un supuesto pacto suicida.