fue una asesina en serie y líder sectaria mexicana, conocida como la Gran Sacerdotisa de la Sangre.
Los Hernández pasaron de ser unos simples ladronzuelos a estafadores y esclavistas sexuales, que organizaban orgías durante las cuales usaban narcóticos.
[3] El culto permaneció así funcionando sin problema durante un tiempo, después del cual los creyentes comenzaron a impacientarse al no ver cumplirse las promesas.
[6][7] Posterior a estos dos primeros asesinatos, como es característico de los asesinos en serie, sus crímenes evolucionaron y se tornaron más violentos.
Aburrida de las simples orgías, comenzó a exigir sacrificios humanos e ideó un "ritual de la sangre": El sacrificado (que era siempre un miembro disidente) era brutalmente golpeado, quemado, cortado y mutilado por todos los miembros del culto.
Supuestamente esto les otorgaba poderes extra-naturales, y para terminar le sacaba el corazón al sacrificado.
[6][7] Basándose en elementos, ahora sí, de la mitología azteca, aseguraban que «la sangre era el único alimento digno para los dioses; a través de ella preservaba su inmortalidad, "la diosa" necesitaba beber sangre para mantenerse eternamente joven».
Exhausto y todavía en estado de choque emocional, no acertó en dar ninguna otra descripción del "grupo de asesinos, que presas del éxtasis, se aglutinaban para beber sangre humana", como vampiros.
Ese fue el último día que Sebastián Guerrero y Luis Martínez fueron vistos con vida.
Magdalena y Eleazar Solís fueron condenados a 50 años de prisión, por tan solo 2 homicidios (los de Guerrero y Martínez), ya que no se les pudo comprobar su participación en los otros 6 asesinatos porque todos los miembros del culto detenidos se negaron a declarar.