Se realizaba entre abril y julio desde, al menos, el siglo XIII y hasta comienzos del siglo XVI, en honor al dios Viracocha, en quechua Qun Tiksi Wiraqucha.
Desde las cuatro direcciones del Tawantinsuyu los poblados enviaban uno o más niños al Cuzco, para, luego de las ceremonias allí oficiadas, regresar y ser ofrendados a huacas locales, cuyos adoratorios se localizaban en las montañas, llamadas "Apu", en toda la extensión del Imperio inca.
Sin embargo, la interpretación de la palabra hucha como pecado parecería fuertemente distorsionada por la evangelización.
Cada parte estaba dividida por 9 ceques, líneas visuales que conformaban un sistema lógico, coherente y unificador, a lo largo de las cuales había 328 huacas.
[cita requerida] Las poblaciones del antiguo Perú tenían la percepción de una «segunda vida» tras la muerte que transcurría en el hurin pacha.
Casi todas las informaciones, tanto de época colonial como actual, además, lo relacionan con Supay, el demonio y la oscuridad.
[6] Las informaciones insinúan que existió una percepción del hurin pacha bipartita, al menos.
[6] Tanto hurin pacha como uku pacha son dos vocablos que se confunden en las crónicas y podrían haber existido otro tipo de denominaciones que se han olvidado con el transcurso del tiempo y por la evangelización.
Posiblemente, eran dos vocablos que designaban partes del mundo intraterreno, pero los datos son muy confusos.
Así, la lluvia, ubicada en el inframundo, se prepara, sube al cielo y cae para empapar la tierra.
[6] Las crónicas relacionan el hurin pacha con seres y objetos de pequeñas dimensiones.
Por ejemplo, Pedro Pizarro escribió que durante el delirio de Huayna Cápac «le entraron tres indios nunca vistos, muy pequeños, como enanos, adonde él estaba y le dijeron "inga, venimosle a llamar...".
Los pueblos bajo dominio inca veneraban a las huacas, o wakas, nombre con el que se designaba a todas las sacralidades fundamentales, ídolos, templos, tumbas, momias, lugares sagrados, animales, aquellos astros de los que los ayllus, o clanes creían descender, los propios antepasados y las wakas principales, el Sol y la Luna.
En varias crónicas, referidas a diferentes ceremonias, se habla de entre quinientos y mil niños en cada ocasión.
[14] Las ofrendas humanas eran acompañadas con numerosos objetos confeccionados con materiales provenientes de diferentes lugares del imperio Inca.
El mundo civilizado del dominio incaico era ordenado y definido; cada elemento o ser encontraba su lugar en una jerarquía social estructurada, todo lo que se hallaba fuera de su territorio era salvaje, incontrolable, amenazador.
[cita requerida] El ritual sirve para fortalecer esa estructura jerárquica social, para mantener la periferia unida a un centro político y religioso.
Una aldea o grupo ofrecía una víctima para el sacrificio y a cambio su jefe ascendía en la jerarquía del Estado.
Todos los objetos y gente sacrificada a una waka, no solo representaban símbolos incas, sino que también eran previamente legitimados en ceremonias conducidas por el mismísimo emperador.
[20] Estos niños sacrificados durante la capac cocha se transformaban así en wakas «hechas en Cuzco» que serían subsecuentemente veneradas por las sociedades de las provincias del Imperio.
[21] En otras palabras, estos niños eran transformados en wakas en el centro del Tawantinsuyu para luego ser impuestos como objetos de culto en las provincias como recordatorio de la centralidad y poder del Cuzco.
[9] Como explica Silverblatt, «En la medida en que los grupos conquistados veneraban estas creaciones imperiales, estaban honrando los símbolos de su propia subordinación».