Se convirtió en un arma de precisión más pequeña, el scorpio,[3] y posiblemente el polybolos.
Si la maniobra se hacía correctamente, el proyectil salía disparado a grandes distancias.
Se usaba principalmente en los asedios, ya que una vez montada era difícil de apuntar con ella a objetivos móviles.
[5] Las primeras balistas en la Antigua Grecia se desarrollaron a partir de dos armas llamadas oxibeles y gastrafetas.
Luego, el operador caminaría hacia adelante para armar el arma mientras un trinquete evitaba que disparara durante la carga.
[9] Polibio informó sobre el uso de ballestas más pequeñas y portátiles, llamadas escorpiones, durante la segunda guerra púnica.
Las balistas se podrían modificarse fácilmente para disparar proyectiles esféricos y de eje, lo que permite que sus operadores se adapten fácilmente a las situaciones predominantes en el campo de batalla en tiempo real.
Era un arma de guerra fundamental durante el imperio romano, junto a la catapulta o el onagro.
Cada legión, dependiendo del momento histórico, podía contar con varias balistas en los cuerpos o unidades nombrados como ballistarii.
También existieron carroballistae o carroballista: unidades compuestas por un carro tirado por caballos con una ballista montada.
El soporte principal tenía un control deslizante en la parte superior, donde se cargaban la piedra en forma de bolaños u otros proyectiles.
Las catapultas sacrificaban esta precisión por el alcance y el peso del proyectil, alcanzando más de 100 kilogramos.
No solo por el impacto del proyectil a distancia, sino por el propio sonido que generaban.
Para que la balista pareciese más impactante durante la batalla se añadían adornos que la hiciesen más monumental, e incluso en ocasiones se creaban armas falsas para atemorizar en mayor medida al enemigo.