La era carolingia es parte del período en el arte medieval a veces llamado Prerrománico.Después de un intervalo bastante caótico que siguió al período carolingio, la nueva dinastía otoniana revivió el arte imperial a partir de 950, construyendo sobre, y desarrollando más, el estilo carolingio para dar lugar al arte otoniano.El emperador fijó su residencia en Aquisgrán proponiéndose convertirla en una nueva Roma (como lo habían sido antes Bizancio y Rávena).Se reformaron los ritos sacramentales,[5] se introdujo el bautismo de niños en el hogar, la obligación del descanso dominical, la asistencia a los oficios y la comunión tres veces al año.Carlomagno quería comunidades monásticas estables dirigidas por un abad de valía, con los religiosos dedicados al trabajo manual, intelectual y sobre todo litúrgico.Los reyes no fueron los únicos responsables de las obras, pero si proporcionaron los arquitectos y los fondos.El conocimiento de la arquitectura carolingia, ante los escasos monumentos originales conservados —la mayoría reemplazados por monumentos más grandes y más recientes en estilo románico y gótico—, se basa en documentos indirectos, como descripciones textuales o dibujos, y sobre todo en datos arqueológicos procedentes de excavaciones que han permitido restituir la planta de algunos edificios.La miniatura carolingia está representada por una diversidad de escuelas: La escultura queda limitada a una función decorativa discreta, en capiteles clásicos donde la piedra toma protagonismo en lugar del mármol.En el Museo del Louvre puede verse una pequeña estatua ecuestre de Carlomagno, elaborada en bronce.