Ha tenido una evolución paralela a la arquitectura española, y ha seguido de forma diversa las múltiples tendencias que se han ido produciendo en el contexto de la historia del arte occidental.
Es una de las construcciones más antiguas que se conservan en Albacete.
También comienza a erigirse la iglesia de San Juan, que posteriormente se convertiría en catedral, sobre un templo mudéjar anterior.
[5] Aparecen nuevas ideas constructivas que se manifiestan a través de proyectos ilustrados como el faraónico Recinto Ferial de Albacete, un edificio único en su género que se levanta en 1783 y que posteriormente sufriría varias ampliaciones y reformas, arquetipo de la arquitectura popular manchega elevada a la máxima categoría monumental.
El Gran Hotel, obra de Daniel Rubio, se levanta en 1920.
Es la época brillante de arquitectos como Francisco Martínez Villena, Julio Carrilero, Miguel Ortiz, Daniel Rubio, Manuel Muñoz, Buenaventura Ferrando Castells o Ramón Casas Massó, entre otros.
Algunos autores, como Cadarso Vecina y Talavera Sotoca, clasifican el campo constructivo albacetense en dos corrientes: la madrileña, uno de cuyos exponentes sería Julio Carrilero Prat, cuya arquitectura se caracteriza por la presencia de tendencias eclécticas, neo-platerescas, neo-barrocas, modernistas, monumentalistas, funcionalistas y racionalistas; y la valenciana, representada por arquitectos como Ramón Casas Massó y Buenaventura Ferrando Castells.
Paralelo a ella, el Pasaje de Lodares, inserto en la trama histórica de la ciudad, constituye el contrapunto regio que configura el carácter del Albacete Modernista.
En el siglo XXI la ciudad experimenta un crecimiento económico y urbanístico.