Corpus Barga

[2]​ El escritor, que por haber nacido el día del Corpus fue bautizado Andrés Rafael Cayetano Corpus, tomó como seudónimo ‘Corpus’ dejando en el olvido sus nombres y abreviando sus largos apellidos compuestos (García de la Barga y Gómez de la Serna) en un sencillo ‘Barga’, detalle definitorio de su mente lógica y progresista.

En ese periodo, Barga frecuentó las tertulias capitalinas y coqueteó con el anarquismo en boga (como lo habían hecho antes Azorín o Pío Baroja);[a]​[5]​ La muerte de sus padres en diciembre de 1907 acentuó su espíritu inquieto e inconformista.

[7]​ En la capital francesa se casaría en 1918 con Marcelle Trannoy,[8]​ estudiante de medicina, que le daría dos hijos (Andrés y Rafaela).

Además, el Corpus parisino, resultó ser el indispensable «cónsul literario, acompañante, anfitrión y guía de visitantes» como Baroja, Unamuno, Valle-Inclán, Ortega y Gasset, Blasco Ibáñez, José Gutiérrez Solana o su sobrino Ramón Gómez de la Serna.

En la capital francesa también coincidió con heterogéneos personajes del período de entreguerras (Colette, Maiakovski, Ilyá Ehrenburg, Kerenski, Trotski, Diego Rivera, León Bonnat, Salvador de Madariaga, Henri Bergson,[9]​ e incluso quizá a los Modigliani, Apollinaire, Cocteau y Picasso).

[5]​ En 1930 Barga se trasladó a Berlín para dirigir la agencia de La Nación.

Fruto de esa gestión, en mayo del mismo año fue pasajero en el Graf Zeppelin realizando la ruta Berlín-Sevilla-Pernambuco-Baltimore, cubriendo con sus crónicas tan singular vuelo.

[9]​ El cronista que había entrevistado a los más notables personajes de la política europea de la primera mitad del siglo xx, viviría durante años el olvido del mundo en su ínsula Barataria limeña.

[19]​ La crítica y otros estamentos más o menos académicos se han interesado por el singular legado de Barga como memorialista,[14]​ considerándosele en distintas y diversas fuentes como uno de los mayores representantes del género en lengua castellana.

[23]​ Esa visión apacible desaparecerá durante la guerra civil española, cuando Corpus, uno más bajo las bombas fascistas, la llama «la capital más indefensa de Occidente», y modelo del «baluarte para la defensa de la cultura».