[4] Constaba de nueve patios comprendidos en un cuadrado, con una capilla frente a la entrada.[1][5] El friso que sostenían las columnas incluía entre sus motivos murciélagos y calaveras.Pedro Felipe Monlau lo describe así en su Madrid en la mano ó El amigo del forastero, publicado en 1850:[1] Vicente Blasco Ibáñez lo menciona en La horda (1905).[a] En la década de 1920 el arquitecto Jesús Carrasco proyectó la reconversión del espacio en unos jardines.[2] También fue enterrado en este cementerio el pintor Fernando Brambila, que residía en esa zona.