Cadejo

El cadejo (cadejos, en Costa Rica), en la narrativa folclórica de Mesoamérica, es un perro espectral de gran tamaño, ojos brillantes, que arrastra cadenas, y que durante las noches aparece en sitios solitarios para cuidar o atormentar a los borrachos o trasnochadores, siendo muy conocida su leyenda en las zonas rurales e incluso urbanas de México y Centroamérica.Las leyendas de los cadejos espectrales centroamericanos parecen estar emparentadas, en cuanto a su origen, con los nahuales.[3]​[4]​ En la mitología mesoamericana, un nahual es un animal que se considera espíritu protector de cada persona.Por ejemplo, una mujer cuyo nahual fuera un cenzontle tendrá una voz privilegiada para el canto.La visión del gavilán, el olfato del lobo o el oído del ocelote pasan a ser herramientas de estos videntes e incluso se afirma que algunos, más preparados, pueden hasta adquirir la forma de sus nahuales (lagartos, perros o tigres, véase teriantropía) y utilizar esta habilidad de diversas formas, no todas ellas bien intencionadas, según la tradición popular.De todas las deidades aztecas, Huehuecóyotl representaba la dualidad en términos del bien y el mal.El escritor costarricense Luis Ferrero Acosta también atribuye su origen a un sincretismo del concepto del nahual o alter ego del dios Quetzalcóatl, un perro, el dios Xólotl y el cinocéfalo (monstruo con cabeza de perro), que según refiere Plinio, se contaba para asustar a los arrojados marinos que pretendían aventurarse en la Mar Tenebrosa, y que representaba a un ser humano con cabeza de perro, ojos llameantes y, a veces, arrastraba cadenas.[3]​ Otro escritor costarricense, Carlos Gagini, atribuía su origen al oso hormiguero gigante, animal grande de pelambre larga y negra y afiladas garras, cuyas incursiones nocturnas en la Costa Rica aldeana contribuyeron a la creación del mito.[13]​ Las versiones varían dependiendo del sitio geográfico donde se cuenta la leyenda, aunque los hechos básicos son siempre los mismos.[6]​ También se le atribuyen poderes místicos como el poder evitar ser dañado por aquel al que protege o por lo que lo trate de dañar, siendo así inmune a las armas blancas y de fuego.En México, se cuenta que, cuando aparece el Cadejo, los perros lloran como si el mismo demonio estuviera viniendo; y es que, según se dice, devora las crías de los perros (o también cualquier perro) los cuales están estorbándole su paso, por lo que es recomendable para ellos esconder a los canes si se sospecha su presencia o su cercanía.Durante una tormenta, les pide a los niños que lo ayuden con algunos troncos para hacer fuego.Después de regresar a su aldea en su forma maldita, los expulsan y no tienen más remedio que vagar.[19]​ En Belice, los dos cadejos surgen de la misma persona: un hombre muy libertino, malo, desobediente, flojo, que no trabajaba, borracho y mujeriego.Sin embargo, eso no impedía que el ingrato del muchacho cambiara su forma de ser.Frente a sus padres, el muchacho se transformó en una bestia: un perro enorme, negro y de ojos rojos.Es un muchacho dado a la bebida, irresponsable, vagabundo y amigo de fiestas y desórdenes, hasta que un día causa el más profundo disgusto de su padre, quien le maldice con los peores apóstrofes, vertiendo sobre él tanta indignación y dolor de espíritu que el muchacho termina transformándose en ese ser.Para ello, lo espera en un camino solitario, saliéndole repentinamente disfrazado con una gruesa piel negra de animal y arrastrando unas cadenas.[20]​ También hay «cadejos-brujos» (también conocidos como nahuales) los cuales son brujos que, a través de un hechizo, pueden transformarse en un cadejo.El Cadejo negro generalmente se asocia con el mal: persigue a distancia a los caminantes nocturnos, los que vienen de fiestas, festivales, carnavales, juegos de azar o cantinas.Actúa como guía para prevenir a las personas de que se encuentren con el Cadejo negro.Aunque benigno, alguna versión también cuenta que al Cadejo blanco jamás hay que tratar de hacerle daño, porque entonces él se lanza sobre su agresor y lo revuelca en el suelo, lo muerde y lo deja herido mortalmente.Los cadejos blanco y negro, al encontrarse, se enfrentan entre ellos, donde muchas veces, por invocación de poder santo, el cadejo blanco derrota al negro, y la que fuera su víctima vive para contar la historia.Fabio Baudrit lo describe como un perro negro grande, similar a un lobo adusto, flaco, erizo, lanudo, con dos intensos ojos rojos encendidos y radiantes, cola larga y ancha, de afiladas uñas largas que resuenan en el pavimento, mientras arrastra unas gruesas cadenas.También, cuando los niños se desvelan, puede ser evocado, y al poco tiempo se escucharán las uñas en las baldosas o las paredes de la casa, con su aliento resoplando por una hendija de la ventana, sin marcharse hasta que halla silencio y el niño caiga en profundo sueño.[24]​ En Panamá, donde también se le conoce el Perro Prieto, el Cadejo es un perro enorme, negro y de ojos rojos que despide un fuerte olor a azufre, y es una manifestación misma del diablo.[cita requerida] Aunque el Cadejo como tal (con sus pequeñas variantes locales entre países) es un ser espectral perteneciente básicamente al imaginario mexicano y centroamericano, existen algunas leyendas del resto de América Latina donde se pueden apreciar paralelismos.Además se dice que es realmente un demonio,[27]​[28]​ la manifestación del diablo en forma de perro.
Los naguales descritos en el Códice Borgia , criaturas metamórficas capaces de cambiar su forma física a cualquier otra forma animal o incluso en formas humanas a voluntad.
Para los mesoamericanos , los xoloitzcuintles conducían el alma de los muertos al más allá.
La descripción más frecuente del Cadejo es la de un gran perro negro con ojos encendidos.
Alebrije en forma de perro, en el Museo de Cholula, México.
En Costa Rica no existe la leyenda sobre un Cadejo blanco, sin embargo, en algunas zonas rurales, su lugar lo toma el Copito, un perro pequeño blanco, muy peludo, el cual, dando pequeños saltos, sigue y cuida a las personas hasta su casa. [ 21 ]
En muchos países se cuentan leyendas de humanos que se transforman en animales.