Cuando Pérdicas intentó contraer matrimonio con Cleopatra, la hermana de Alejandro, los diádocos Antípatro, Crátero, Antígono y Ptolomeo, temiendo que su intención fuera proclamarse heredero del Imperio, se rebelaron contra él en la llamada primera guerra de los Diádocos[4] (322 - 320 a. C.), a la que siguieron tres más (319 - 315, 314 - 311 y 308 - 301).Desde el primer momento llevó a cabo una política muy personal, extendiendo su influencia sobre la Cirenaica, los oasis libios y Chipre.[4] Pérdicas invadió Egipto pero después fue derrotado estrepitosamente (321 a. C.) por Ptolomeo y asesinado por tres de sus propios generales.Ningún diádoco se proclamó rey de inmediato, pero Ptolomeo y Antígono intentaron atraerse a las ciudades griegas.En 305 a. C. Ptolomeo se declaró gobernante independiente, nombrándose a sí mismo rey de Egipto, estableciendo así la denominada dinastía Ptolemaica, del Periodo Helenístico.Esto propició que todos los diádocos se unieran contra ellos y los derrotaran (muriendo Antígono) finalmente en la batalla de Ipso (301 a. C.).Ptolomeo decidió a continuación consolidar y expandir sus dominios mediante alianzas matrimoniales que garantizaran la paz con potenciales enemigos.[6] Lo cierto es que el faraón se preocupó por asegurar la estabilidad interna de Egipto, combinando medidas para fijar un régimen autocrático con otras para contentar a sus súbditos griegos, judíos y egipcios, y en el caso de estos últimos sin romper radicalmente con sus costumbres milenarias.Todo ello teniendo presente que los ámbitos político, social, económico y religioso estaban estrechamente relacionados.Cabe citar, por ejemplo, como medidas conciliadoras con los nativos, el inicio en Menfis del culto sincrético a Serapis, la restauración de templos destruidos por los persas, la realización de ofrendas a los dioses egipcios y el mecenazgo del clero.Los primeros formaban la columna vertebral del sistema, pues ocupaban puestos de alta responsabilidad en la administración y el ejército.En cuanto a los judíos, además de los radicados en Judea, hay que contar con los que desde allá emigraron y se establecieron en Alejandría, atraídos por el clima de tolerancia religiosa y social propiciado desde los tiempos del primer Ptolomeo.Esta urbe comenzó a ser con el nuevo faraón una de las ciudades más importantes del Mediterráneo, condición que mantuvo durante toda la dinastía.Muchas ciudades griegas tenían un Μουσεῖον (Mouseīon), un santuario para las Musas, que a veces funcionaba como centro literario.