Según esta teoría, una realidad más profunda subyace al universo, y el mundo que el ser humano percibe con los sentidos es sólo una ilusión, una especie de fantasma o proyección de esta coherencia oculta.
Estos últimos se interpretan como simples aproximaciones de un sistema dinámico subyacente.
Las partículas elementales y todos los objetos tendrían, por tanto, sólo un grado limitado de individualidad.
Para Bohm, la «verdadera» realidad sólo puede ser captada por una mente libre, liberada de las ilusiones generadas por el proceso mismo del pensamiento.
La llamada «paradoja EPR» constituye una referencia esencial para toda la teoría de David Bohm.
[4][5] Fue en 1964 cuando John Bell estableció las famosas desigualdades de Bell, que podían verificarse si existían variables ocultas —en el sentido definido por Einstein (es decir, las variables conocidas como «locales» y que respetaban el principio de causalidad clásica— , e invalidarse en caso contrario.
Según esta perspectiva, las partículas subatómicas permanecen en contacto independientemente de la distancia entre ellas porque su separación es una ilusión que tiene lugar en el espacio-tiempo.
Bohm desarrolla gradualmente la idea de que, en un cierto nivel de realidad más profundo que el del mundo aparente, estas partículas no son entidades individuales, sino extensiones del mismo sistema fundamental.
Es principalmente esta idea la que le lleva a concebir su «teoría del orden implícito»,[4] que pretende conectar eventos disjuntos en el espacio y el tiempo: Para Bohm, luego para Basil Hiley y Fabio Frescura con quienes colaboró, este orden implicado proviene de una «pregeometría» y un álgebra que son los únicos capaces de describir dicho «preespacio».
Para Bohm, es en el vacío cuántico del universo donde reside toda su energía, permitiendo el despliegue del espacio, el tiempo y la materia: Los acontecimientos no locales de la mecánica cuántica ya no pueden explicarse como señales misteriosas que irían a una velocidad superliminal (superior a la velocidad de la luz) o instantáneamente, y gracias a las cuales ciertas partículas se comunicarían entre sí, sino por el hecho de que estas partículas en realidad nunca se han movido ni fragmentado.
), por lo tanto tiene una longitud de onda ligeramente diferente pero se mantiene entre dos valores determinados, uno mínimo y otro máximo.
[6] Aunque nunca tuvo éxito entre la comunidad científica, esta teoría todavía se considera hoy como una interpretación coherente de los fenómenos cuánticos.
[25] Considerando por su parte que la inexistencia del éter nunca ha sido demostrada, Bohm se sumó a la investigación sobre el «campo de punto cero» y luego quiso describir el electrón como una estructura compleja que evoluciona en un éter subyacente.
En una escala millones de veces más pequeña que el electrón, la relatividad de Einstein se descompondría en un «espacio absoluto» muy real (que Einstein había rechazado), un éter formado por partículas subcuánticas increíblemente diminutas.
Por debajo de este espacio absoluto —también llamado «preespacio»— ya no existe ninguna división o distinción espacio-temporal.
A partir de los años sesenta, Bohm dejó de colaborar con Jean-Pierre Vigier y, al igual que éste, ya no se centró en las hipótesis del potencial cuántico y el preespacio que lo producía.
[27] Las reflexiones de Bohm, ahora asociadas a las investigaciones matemáticas de Basil Hiley, sacan a la luz una imagen del universo donde la realidad constituye un todo indiviso, concentrado en un punto, y dentro del cual cualquier movimiento aparente no es más que «una ilusión».
Los elementos aparentes de la realidad son sólo diferentes perspectivas sobre una misma realidad y deben ser considerados en términos de totalidad, según un enfoque holístico mediante el cual los «sujetos» son considerados como «subtotalidades» relativamente separados e independientes.
Pero fundamentalmente, nada está separado o independiente y todo se reúne en una unidad perfecta en el origen de todas las cosas: David Bohm utilizó la metáfora del holograma para ilustrar las características del orden implicado: cada región de una placa fotográfica en la que se observa un holograma contiene en realidad toda la información visual del objeto representado, que puede observarse desde diversas perspectivas.
En el contexto del nuevo giro que tomó su obra en los años sesenta, Bohm desarrolló gradualmente una «cosmología filosófica» que es de hecho una metafísica donde todo el universo acaba siendo pensado como un holograma gigante con características dinámicas.
[32][33] La imagen completa persiste incluso si las dos mitades de la película se cortan en elementos más pequeños.
[1] Esta analogía en efecto permite concebir desde una referencia científica una realidad fundamental donde todo está contenido en cada cosa, donde cada fragmento contiene información sobre cada uno de los otros fragmentos, de modo que se podría decir que cada región del espacio y del tiempo contiene la estructura del universo en su interior, como una placa holográfica que contiene toda la información de la figura representada.
[37] Su punto de partida reside en la siguiente hipótesis, avalada por numerosas investigaciones en neurociencia: la memoria, en sus diferentes formas, no está localizada en una región particular del cerebro.
[38] Por tanto, el sistema cerebral no parece funcionar como un ordenador cuyos diferentes programas se ejecutan mediante circuitos eléctricos perfectamente determinados.
Así como una determinada porción de película holográfica puede contener toda la información necesaria para crear una imagen completa, cada parte del cerebro contendría toda la información necesaria para reconstruir un recuerdo completo.
En este sentido, el orden implicado puede compararse con lo «inconsciente colectivo» de Carl Gustav Jung, un espíritu impersonal, del cual una parte esencial interactúa con el mundo aunque no pueda revelarse a nivel consciente e individual.
El propio Bohm considera que su pensamiento se une al de Jung por su común afirmación de la existencia de un espíritu colectivo que trasciende toda individualidad: La teoría del orden implicado parece así desarrollar, tanto a nivel científico como metafísico, lo que Jung había anticipado en su actividad como psicólogo analítico.
Esta teoría afirma estar basada en resultados experimentales, pero sigue siendo muy cuestionada por la mayor parte de la comunidad científica, tanto en su metodología como en sus conclusiones.
[50] En un libro publicado en 2004 titulado Science and the Akashic Field: An Integral Theory of Everything[51] (‘La ciencia y el campo akáshico: una teoría integral del Todo’), el filósofo húngaro Ervin László tomó la idea del campo de información de David Bohm.
Fue a partir del marco teórico desarrollado por David Bohm y Karl Pribram que el astrofísico británico Martin Rees desarrolló su propio modelo holográfico de la realidad,[39] en relación con la teoría de los universos múltiples.