Aplicado a la edificación se refiere al conjunto de aparatos y accesorios que se instalan para alcanzar y mantener las condiciones de bienestar térmico[2] durante las estaciones frías en uno o muchos habitáculos.El ser humano, cuyo cuerpo no tiene protección de pelo o pluma, ha necesitado calentarse durante las épocas frías.Lo ha conseguido fabricando vestidos y trajes (abrigo) o aprovechando el fuego, mediante diversos sistemas de calefacción.Un equipo israelí lo hace remontar a 790 000 años en el yacimiento de Gesher Benot Ya'aqov en las riberas del Jordán.[3] El combustible era la leña u otros restos vegetales, y deyecciones de animales herbívoros secas.[5] Aunque la chimenea mejoró técnicamente con el paso del tiempo, nunca fue un sistema de calefacción eficaz.En 1619 apareció la primera obra completa sobre las estufas publicado por Franz Kessler[6] Este trabajo describe los principios de la calefacción usada en Alemania en la época, que se perfeccionaron muy poco hasta el siglo XIX.Cuando esto ocurrió, en el sistema por termosifón, las tuberías debían ser bastante gruesas para facilitar la circulación.Cuando esto ocurrió, en el sistema por termosifón, las tuberías debían ser bastante gruesas para facilitar la circulación.También hay calderas de gas con quemadores atmosféricos, que no requieren ventilador; el gas fluye por su propia presión, sale a presión por unos inyectores finos y se mezcla con el aire por efecto venturi antes de llegar al quemador propiamente dicho.Una posibilidad interesante es aprovechar ese calor sobrante haciendo una acumulación estacional, que requiere unos depósitos grandes, pero es factible.También es interesante, aunque solo cuando existe en las cercanías, el aprovechamiento del calor de un acuífero caliente (energía geotérmica).No debe utilizarse acero galvanizado, porque las temperaturas que alcanza el agua destruyen la protección galvánica.Si no hubiera más remedio, para evitarlo, deben interponerse entre metales distintos, enlaces o empalmes de material aislante eléctrico (nilón, por ejemplo).No parece lógico utilizar dos instalaciones distintas para el mismo fin: climatizar espacios.En este caso, solamente se lleva a los locales el aire de ventilación y para completar la cantidad de calor requerida, otra parte se lleva por agua a emisores específicos (ventiloconvectores).El techo no es una buena solución porque la piel humana absorbe muy bien la radiación térmica y los alopécicos tienen tendencia a sufrir dolores de cabeza con este sistema.En los circuitos cerrados recorridos por agua, es de especial importancia que no haya aire en absoluto.Por su menor densidad se acumula en las partes altas y las bombas no están calculadas para hacer circular agua en esas circunstancias.Es bastante importante el tamaño de la caldera: cuanto mayor sea, mejor rendimiento tiene, luego las calefacciones centrales colectivas funcionan mucho más eficientemente.Otro factor importante en el rendimiento es el tiempo de encendido: cuantas menos veces se apague y vuelva a encender la caldera a lo largo del día, mayor es su rendimiento, luego en instalaciones grandes conviene dividir la potencia entre dos o más generadores para que, al menos alguno de ellos no se apague casi nunca.No es precisamente un ahorro de energía, pero si económico: es frecuente que el combustible sea más barato para grandes consumidores.Si bien usada directamente no es aconsejable en calefacciones, se puede utilizar la energía solar por medio de acumulación estacional.Naturalmente exige una inversión inicial importante, que se compensa con el ahorro energético a lo largo del tiempo.Evidentemente, como en el caso anterior, hay que llevar ese calor a los edificios, mediante una red de distribución urbana.La cocina puede no ser un buen sitio, porque en ella, a menudo, hay fuentes de calor funcionando (cocina, horno) que falsearían las mediciones, aunque si se vive habitualmente en un local donde esté la cocina, puede ponerse allí, sabiendo que cuando se enciendan estas fuentes de calor, se desequilibrará durante un rato la instalación y los demás locales pueden quedar con la temperatura un poco baja.No es nada conveniente, como se ha dicho, utilizar el termostato de la caldera para regular la temperatura interior, pues se pierde rendimiento y además debe cambiarse de posición cada vez que cambia la temperatura exterior.Si la calefacción estaba apagada, no queda otro remedio que esperar, sin tocar el termostato y, si al cabo de cierto tiempo sigue sintiendo frío, lo correcto es subirlo uno o dos grados, como mucho (el aire se calienta más deprisa que las paredes y la temperatura equivalente será baja por la radiación fría de las paredes), para volver a bajarlo después.Pasado ese rato, se comprobarán los locales y se seguirán cerrando un poco las llaves de los que estén a mayor temperatura (regulación por caudal), hasta que estén todos, más o menos a la misma.Puede hacerse manualmente, pero la ventaja del programador es que sube automáticamente la temperatura una hora u hora y media, antes de que sea necesario y cuando llegue el momento la casa estará a punto.
Brasero de Pompeya
La chiquita piconera
, con un brasero, de
Romero de Torres
, de principios del siglo
XX
.
Hogar para cocina
Calefacción por termosifón
1 Caldera
2 Radiadores
3 Vaso de expansión abierto
Caldera central de combustible sólido
Serie de candelas de una caldera con quemador atmosférico de gas
Distribución de tuberías de un suelo radiante, mostrando la taca de alojamiento de colectores.
Ilustración de una válvula de tres vías mezclando agua de ida (encarnado) con agua de retorno (azul).