[3][4][5] Circunstancias mal conocidas le hacen estrenarse como novillero sin caballos muy tarde, a la edad de 24 años, en Ceuta, donde cumplía el servicio militar.
Observaba a otros toreros, aprendiendo la técnica y desarrollándola en la práctica real en las pocas oportunidades que tenía, ya en novilladas picadas, como "oscuro novillero que, además, ya era «viejo» a los ojos de los espectadores".
A este juicio, muchos años después, replicará duramente Juan Posada: "Tremenda injusticia la del tratadista, con la que demuestra su lejano conocimiento del arte de torear (aunque como historiador taurino haya sido el mejor en lo relativo a información de todos y cada uno de los toreros que en el mundo han sido)".
Cuando publica su libro El toreo puro, del que se habla infra, Rafael Ortega hace repaso de sus toreros admirados, empezando por el final de su primera etapa: Ordóñez y Antoñete, Pepe Luis Vázquez, Manolo González, Manolo Vázquez... y, aunque no pudo alternar con él, por ser aún novillero cuando muere Manolete (1947), le vio torear, y concreta: "Sentí gran admiración por Manolete, que a su manera hacía un toreo puro y estoqueaba muy bien.
Se reproducen a continuación una serie de ideas que refejen suficientemente su visión del toreo, su tauromaquia.
""El toreo puro me lo definió muy bien Domingo Dominguín, padre, que fue apoderado mío [...] Esto es: citar, parar y mandar.
[30] La chicuelina es bonita, es preciosa, pero no tiene la grandeza del toreo puro [...] Igual me pasa con el toreo a pies juntos: ni mi cuerpo va con eso, ni lo siento, porque no se carga la suerte.
Por el contrario sí he sentido el echarme el capote a la espalda, que ahora no lo hace nadie; ese también es un toreo muy puro [...] porque citaba, echaba la pierna para adelante y cargaba la suerte, así que era un toreo de más exposición, pues tiraba del toro con medio capote como si estuviera toreando con la muleta".
[31] Y a partir de aquí se centra en las llamadas comúnmente suertes "fundamentales", primero con la capa y luego con la muleta: "El toreo de capa fundamental se hace a la verónica".
[32] "Con la muleta hay unos pocos pases clásicos y puros, pero los verdaderamente fundamentales son los que pide cada toro".
[33] Más de treinta años después, siguen siendo muy actuales las siguientes críticas, que afectan ya al uso de la muleta, en general: “Dar los pases totalmente en redondo, eso no es el toreo; eso les gusta hoy a los públicos, pero a mí no.
El toro tiene que venir humillado, metido en la panza de la muleta y con la suerte cargada.
La mayor parte de los toreros lo que hacen es descargar: tú citas por un lado o por otro, y en vez de echar adelante la pierna contraria lo que haces es echar la otra para atrás; y eso no es cargar, es descargar.
[34] Ahora irá concretando su idea sobre determinados pases de muleta fundamentales: En el pase natural, dado con la mano izquierda, deja claro que la pierna “contraria”, la que carga la suerte, es la izquierda: “Me gusta tanto el natural por su sencillez.
Al principio de la faena el toro viene más violento y no se le puede templar como cuando ya está metido en la muleta.
Y al respecto cuenta el caso de un día que, entrando a matar, pinchó.
[35] Párrafo aparte merece la suerte de la muerte, en la que Rafael Ortega tanto destacó.
Si al toro le miras la cara, lo pinchas […] Por eso es tan difícil hacer bien la suerte, porque sabes que tienes que ir a meter la estocada allí, y si miras a otro sitio que no sea el morrillo, si tienes miedo o dudas y le miras la cara al toro, entonces ya está, te quedas por delante y ya no puede ser".
Porque en su libro De Paquiro a Paula le dedica un capítulo entero, exaltando su maestría:[38] "Al hablar de toros y toreros lo hace con la seguridad que confiere el total y completo conocimiento del tema [...] un auténtico maestro".
Por eso tiene motivos para afirmar: "Ahora, al correr el tiempo, es necesario situar al gran torero de la Isla de San Fernando en el lugar que sus compañeros, los profesionales, le colocamos desde que le vimos actuar".
[40] Contrasta después a Manolete, "valiente y estoico fuera de lo común" pero que no cargaba la suerte (salvo al entrar a matar), con Rafael Ortega, que, "de la más pura tradición clásica, toreó siempre manteniendo la norma imprescindible de cargar la suerte con capote y muleta, imposible de hacer si no se cita al toro en su rectitud, en ese lugar para que el lance resulte eficiente, emotivo y estético.
El temple [...] lo practicó como mandan los cánones: atemperando la velocidad de la muleta a la del toro".
Y encuentra que "aún tuvo un mérito mayor: lidiar y torear con el capote de forma magistral, como muy pocos lo hicieron [...], jugando ambos brazos al unísono (lo más difícil del lance) para conducir la alocada arrancada del toro, marcándole el camino a seguir [...] durante toda la lidia".
[44] Se entrevista con él y le juzga tan torero en la calle, ya con su pelo cano, como lo fue en la plaza.
Afirma, categórico, que tras su tardía alternativa y hasta el momento presente del artículo: "Nadie desde entonces ha toreado con mayor pureza.
No merecía la pena luchar contra tanta injusticia, y el año 1960 decidí retirarme".
Era, también, un torero sólido, maestro del toreo clásico, muy puro en todas las suertes y con una tremenda capacidad de superar adversidades.