Quo vadis? (película de 1951)

Dirigida por Mervyn LeRoy, estuvo protagonizada por Robert Taylor, Deborah Kerr, Leo Genn y Peter Ustinov.

Anthony Mann trabajó en la película durante cuatro semanas como director de la segunda unidad sin acreditar.

[1]​[2]​[3]​[4]​ La historia, ambientada en la antigua Roma durante los últimos años del reinado del emperador Nerón, 64-68 d. C., combina eventos y personajes tanto históricos como ficticios y comprime los eventos clave de ese período en el espacio de solo unas pocas semanas.

Sin embargo, un emisario del palacio es portador de noticias desagradables, y se le ordena esperar en el sitio.

Esa noche conoce a Ligia (Deborah Kerr), y, al instante, queda prendado de su gran belleza.

Esa noche se suscita un encuentro, en el que Marco Vinicio observa a Ligia, meditativa, trazando una sencilla figura de un pez en la arena del jardín.

De tal manera, Ligia es llevada contra su voluntad a la corte imperial y vestida con galas para una celebración que dará el emperador.

En tales circunstancias, conoce a Actea (Rosalie Crutchley), esclava al servicio de la corte.

Actea, dibujando un pez en polvo derramado, muestra a Ligia que ella es cristiana también, con el objeto de ganar su confianza.

Al enterarse Vinicio de los sucesos, va a casa del general Plaucio, le ultraja verbalmente; mas el viejo general asume su dignidad y hasta dice a Vinicio que registre la casa si quiere, afirmándole que Ligia no está allí, y que él, Vinicio, «ha traicionado su hospitalidad de manera muy cruel».

Sin embargo, la joven no puede ocultar su atracción, y, cuando Vinicio se despide, le llama, descubriendo así sus sentimientos.

El emperador pide a todos que le presten atención y da un breve discurso acerca de la posteridad, la historia, las artes y, llegado el momento, desplaza las cortinas que dejan al descubierto la gigantesca maqueta.

La emperatriz Popea ordena que le persigan a toda velocidad, en una biga tirada por dos caballos.

Se abrazan, ahora Vinicio piensa de manera diferente ante la arrogancia que hasta este infausto momento había venido manifestando ante los cristianos, y, más comprensivo, les da su apoyo.

Petronio le advierte que, de firmar ese decreto, pasará a la posteridad como un traidor falso y mentiroso.

En un momento dado, se detiene en medio de sus cavilaciones y mira un intenso resplandor que emerge desde un árbol al lado del camino.

Pedro comprende su error, Nazario sale de su fugaz letargo y juntos emprenden el regreso a Roma.

Llama a un médico, que, obedeciendo su orden le corta las venas del antebrazo, Eunice se sorprende con aquella actitud aparentemente inesperada, y, rápida, toma también el instrumento cortante, y cercena, sin más ni más, las suyas propias.

En aquel momento deciden casarse, la muchacha acuerda con Vinicio que Pedro podrá decir las «palabras que les unirán para siempre como esposos», y, así, Ligia le expresa a Pedro su deseo; el apóstol acata la petición de la muchacha.

Conmovido ante la posibilidad de ser crucificado como su maestro y Señor, el apóstol expresa su idea en voz alta; ante ello, el legionario jefe le dice que tal circunstancia puede ser modificada: En efecto, le crucifican casi desnudo cabeza abajo.

Segundos después, por la entrada principal que da a la arena, aparece la bella Ligia custodiada por soldados.

Urso se inquieta y se acerca a su ama en actitud protectora, Vinicio en el palco, intenta desatarse, Nerón ríe satisfecho, Popea mira de soslayo y triunfante a Marco Vinicio.

El toro da unos pasos hacia su rival y se detiene, la mirada fija y cautelosa: Ahora es Urso quién clava su mirada en el animal, que da coces leves con su extremidad en el suelo, inclina la cabeza, se dispone a embestir, da unos pocos pasos, se detiene, mira, y ataca.

El gigante trata de resistir y asir la bestia sin lograrlo, solo consigue rodar varios metros en la arena, para luego levantarse nuevamente.

Al mirar a su derecha percibe la presencia de alguien en la oscuridad: es Popea; los recuerdos se agolpan en su mente.

La vocería enardecida está cada vez más cerca, ya ha ocupado algunos pasillos del palacio; Nerón huye y se encierra en su habitación.

Una figura aguarda en la penumbra, su silueta se recorta claramente contra la luz del fondo: es Actea.

La punta del mortal instrumento está apoyada en el pecho, pero no se atreve.

El sol brilla en las afueras de Roma, por un sendero ya conocido, cuatro personajes dejan la ciudad.

Según los registros de MGM, durante su estreno teatral inicial ganó USD 11 143 000 en los EE. UU.

Deborah Kerr como Ligia
Escena del incendio de Roma causado por Nerón
La actriz italiana Marina Berti en su papel de Eunice, amante de Petronio.
Los actores Buddy Baer (Ursus) y Deborah Kerr (Ligia) en la escena del circo romano.
Los actores Marina Berti y Leo Genn durante la escena de la muerte de Petronio y Eunice.
Póster japonés de 1953
Audrey Hepburn durante la prueba de vestuario para el papel de Ligia.
Deborah Kerr: Ligia.