Palacio de los Condes de Buendía (Dueñas)

Dicho patio de armas tiene forma cuadrada, acaso cerrado en los cuatro lados, aunque actualmente tan sólo se conservan dos ejes, la crujía norte, en perfecto estado, y la este, cegada.

La crujía sur se encuentra completamente arruinada y la oeste corresponde a la fachada principal, no conservándose hoy en día vestigios de un antigua galería porticada.

Sobre las correspondientes vigas se conserva un alfarje que cubre todo el espacio interior del pórtico norte.

Lavado señaló que este alfarje repite modelos renacentistas de comienzos del siglo XVI.

Junto a este espacio nos encontramos una estancia transformada en lagar, con un pilo construido en ladrillo que profundiza algo en el subsuelo.

Este lagar estaría vinculado a la bodega, que también se conserva pero parece ser posterior.

En este caso el alfarje se encuentra decorado a casetones cuadrados en medio de los cuales se dibuja un círculo con formas ovales y decoración muy menuda en colores ocres, negro y rojizo.

Es este espacio el que más reformas sufrió posteriormente, pues seguramente se trate de una adicción o ampliación posterior (aunque temprana, quizás ya en el siglo XVI) del núcleo original del palacio.

Y, así, la fachada abierta a la plaza seguramente responde a una reforma de mediados del siglo XVI -al tiempo que la galería renacentista promovida por el V conde de Buendía- y cuenta con una sobria disposición clasicista, con dos cuerpos animados únicamente por la rítmica composición de los vanos, modificada profundamente también en el siglo XIX.

En esta fachada se abre también una galería cubierta formada por dos vanos de medio punto desde donde la familia podía participar tanto en las distintas festividades como en el control del mercado y del resto de las actividades urbanas.

Como ya hemos indicado, el pórtico de la crujía este del patio de armas se encuentra cegado por reformas posteriores, por lo que las columnas ochavadas se encuentran embebidas en el muro.

Asimismo, en el interior se conservan también alfarjes en los que se observan restos de policromía y cubren por completo la segunda planta, dividida en dos salas que a buen seguro sirvieron de habitaciones.

La cuidada tablazón se pintó alternando dos motivos aplantillados: el primero —bastante inusual— muestra dos filacterias con un nudo cuadrado al centro donde aparecen los anagramas de Jesús y María con letras góticas (IHS/ MRA) sobre un fondo azulado y rojizo en el que quedan resto de unas flores triples que se han perdido por un problema de fijación del pigmento.

Las tabicas repiten el mismo modelo aplantillado de alcachofas y cardinas que vimos en las del pórtico norte.

Este espacio acabó convirtiéndose en una especie de galería, como así se denomina en la documentación, pieza larga y espaciosa, con muchas ventanas, o sostenida por columnas o pilares, que se utiliza para comunicar otras áreas del edificio y para pasear y exhibir obras de arte.

En esta galería se encontraría también la estancia (denominada tribuna) que comunicaba con la reja abierta en la capilla mayor del convento de San Agustín, por lo que contaba con comunicación directa al presbiterio, mediante ventana y reja, desde donde la familia escuchaba las misas y oficios, aunque la descripción del enlace entre Fernando y Germana de Foix en 1506 por Zurita revela que el palacio tenía completa autonomía respecto al culto divino: “en la sala del palacio ante el altar, a donde se celebraban los oficios divinos, después de haberse celebrado la misa” .

Asimismo, en la parte posterior del palacio, colindante a San Agustín, existe un espacio que pudo ser utilizado como huerta y jardín y que contaría también con edificios secundarios destinados a distintas finalidades (graneros, caballerizas, etc.) Tras el incendio de finales del siglo XV y debido a las nuevas necesidades de la nobleza se acometería en la primera mitad del siglo XVI una importante reforma de la cual, tal y como señala Pedro Lavado Paradinas,[5]​ sí se habían conservado importantes vestigios como artesonados, puertas, contraventanas y otros elementos que eran, precisamente, los que otorgaban el valor a estos palacios de transición del Gótico al Renacimiento, cuyo esplendor se desplegaba en sus salones interiores a través de la riqueza y suntuosidad de estos elementos decorativos.

en realidad, observaciones más recientes han permitido observar que se trata de papel pintado, aunque no quedan más que pequeños jirones de papel pues las cubiertas han sido completamente arañadas con azuelas u otro objeto similar, seguramente dado su mal estado, por un cambio de gusto o por contener elementos heráldicos que quedaron obsoletos.

La nobleza, por su parte, también se trasladó y asentó en la Corte, cerca del rey, abandonando paulatinamente los palacios de sus villas señoriales.

Abandonado por sus señores, se convertirá en la residencia de los alcaldes mayores o corregidores, máxima autoridad del concejo municipal, nombrados directamente por los señores, hasta que en el siglo XIX fue vendido por los duques de Medinaceli.

Y, así, hasta la década de los ochenta del siglo XX estuvo arrendado a diferentes familias, en que fue abandonado definitivamente.

Obras tras el derrumbe de 2011 de la fachada que da a la plaza de España
Sepulcro de Pedro de Acuña, I conde de Buendía en 1465