Es una de las mayores obras individuales que sobreviven del Imperio romano en nuestros días.
Esta obra está dividida en treinta y siete libros, organizados en diez volúmenes y su temática no se limita a lo que hoy conocemos como historia natural; como lo indica el mismo escritor, pretende abarcar “el mundo natural, o la vida”.
Abarca temas que incluyen astronomía, matemáticas, geografía, etnografía, antropología, fisiología humana, zoología, botánica, agricultura, horticultura, farmacología, minería, mineralogía, escultura, pintura y piedras preciosas.
Juba es además su principal guía en botánica, y Teofrasto aparece también nombrado en los índices.
La tradición atribuye a Duris las anécdotas (XXXIV 61, Lysippum Sicyonium Duris begat nullius fuisse discipulum etc); la noticia de los sucesivos desarrollos del arte, y la lista de trabajadores en bronce y pintores, a Jenócrates, y una larga lista de datos diversos a Antígono.
Varrón probablemente se ocupó de la historia del arte en conexión con la arquitectura, que estaba incluida en sus Disciplinae.
En varios pasajes, sin embargo, da pruebas de observación independiente (XXXIV.
Afirma que prefiere el Laocoonte en mármol del palacio de Tito a todos los cuadros y bronces en el mundo (XXXVI.
En el templo cerca del Circo flaminio, Plinio admira el Ares y la Afrodita de Scopas, «que bastarían para dar renombre a cualquier otro lugar».
«En Roma (agrega) las obras de arte son muchísimas, además, una eclipsa la otra en la memoria, y no obstante lo hermosas que pueden ser, estamos distraídos por las abrumadoras demandas que nuestras obligaciones y deberes nos imponen.