Entre los años 1979 y 1991 se llevaron a cabo diversas fases de acondicionamiento y remodelación, dando como resultado el discurso cronológico que comprende las distintas manifestaciones artísticas desde la época románica hasta los inicios del siglo XX.
Corría el año 1942 cuando el obispo José Cartañà creó el museo Diocesano a partir de unas colecciones de arte y arqueología reunidas por el canónigo Ramon Font y por mosén Pere Valls, que desde 1929 se exponían en el Salón del Trono.
Todavía hoy se pueden observar todas estas dependencias durante la visita a la colección.
Durante la Guerra de los segadores (hacia 1640), los soldados del rey concentrados en Cataluña cometieron excesos, también contra la Iglesia, que desencadenaron una revuelta social.
Esto hizo que obispos y sacerdotes animaran a los sublevados contra las tropas.
Pasada ya la revuelta, el año 1756 se obispo recibió en su palacio al mismo Papa, entonces Benedicto XIV, un privilegio entonces extraordinario.
Con motivo de esta visita se abrió la capilla contigua al comedor, conservada aún hoy, donde los obispos decían misa cada mañana.
Terminada la Guerra del edificio recuperó su función original y el obispo Narciso Jubany hizo, a partir de 1964, las últimas obras que debían dar una mínima comodidad en las salas.
Como testigos mudos de todas estas y otras obras, se mantienen los diferentes escudos[4] repartidos por todos los rincones del Palacio, que conmemoran al obispo que reformó la parte donde se encuentran situados.
Actualmente en la casa Falló están las oficinas, la biblioteca, los talleres educativos, las reservas y el taller de restauración.
Actualmente está en proceso de restauración[6] que le devolverá el esplendor inicial y en breve se podrá visitar.
En las paredes hay armarios y estantes de madera policromada para almacenar medicamentos.
Durante siglos, los enfermos accedían y celebraban la misa con los parroquianos que venían del exterior.
También en cuanto al acceso al edificio, en el año 2010 se puso en funcionamiento un ascensor que comunica el patio interior (hay que superar unos 10 escalones para acceder) con la entrada y tienda del museo y también con el Ámbito 3, donde se realizan exposiciones temporales.
También hay varios sofás o zonas de descanso repartidos por las salas, desde donde poder contemplar mejor las piezas.
Finalmente, el museo dispone de instalaciones adaptadas a personas ciegas, entre las que destacan piezas táctiles, materiales explicativos y cartelas escritas utilizando el sistema braille, así como la rotulación de los botones del ascensor en relieve.
La exposición Ver con las manos la forman un total de 10 objetos que permiten hacer un recorrido desde el románico hasta el siglo XX.
Los objetos son de diversos materiales: piedra, madera, alabastro, metal, cerámica, vidrio y representan diferentes tipologías: capitel, ménsula, xilografía, escultura... Cada objeto va acompañado de una ficha técnica (autor, título, fecha, material, procedencia) escrita en braille.
Además de estas obras, en medio del recorrido se instaló una mesa de «texturas y olores» donde se puede palpar y oler diferentes técnicas: pintura al óleo, pintura en fresco, acuarela, dibujo...
En 1997 se instalaron dos mesas experimentales,[11] una referida a la pintura al temple y otro en el escultura.
Dentro de la tercera parte se muestra un proceso muy utilizado en la historia del arte: el dorado.