[2] Aprovechó también para viajar por el mundo y, sobre todo, a Francia, país del que se enamoró.
Junto con otras estadounidenses, curó soldados, acción que le valió la Legión de Honor.
[3] También se dedicó a su pasión, el teatro, e interpretó sobre los escenarios neoyorquinos y parisinos los papeles de su ídolo, Sarah Bernhardt.
Este estaba muy lejos del prototipo de hombre rico con el que había planeado casarse.
[2] En un primer momento, los recién casados vivieron en Stumptown, una ciudad minera fundada en 1876 que albergaba una pequeña comunidad irlandesa.
A su vuelta en 1894 compraron una casa en Denver, en la calle Pennsylvania, en pleno corazón del prestigioso barrio de Capitol Hill.
[11] Cinco años más tarde, en 1898, James Brown dio a la mansión el nombre de su mujer.
[1] Sin embargo, los viajes no pudieron consolidar la pareja y, tras 23 años de matrimonio, descubrió que su marido la engañaba.
James Brown se comprometió a pasarle 700 dólares al mes para que pudiera seguir con sus actividades y sus viajes.
[15] Esto le pareció gracioso, porque para volver a América tenía que abordar necesariamente un barco.
El transbordador [ Nomadic ] encendió sus motores, y tras media hora en un mar en movimiento estábamos junto a la quilla del Titanic.
Lamentablemente esa noche se quedaría en el recuerdo de margaret brown para siempre.
Aunque Kristen Iversen indica en la biografía de Brown que el camarote de esta última se encontraba en la cubierta B,[23] nuevas investigaciones han mostrado que, durante la travesía, ocupaba en realidad el camarote E-23, situado en la cubierta E sobre estribor.
Pocos permanecieron en sus camarotes, porque el mar estaba en perfecta calma y no se sentían vibraciones.
Era James Robert McGough,[26] el huésped del camarote E-25, que se encontraba justo enfrente.
[28] Se vistió deprisa, cogió 500 dólares de la caja fuerte y los metió en una pequeña cartera que llevaba alrededor del cuello.
Abandonó el camarote, dejando atrás sus libros, un importante guardarropa, trece pares de zapatos parisinos[29] y diversas joyas, entre ellas, un collar valorado en 352.000 dólares.
Fue forzada a ocupar dicha lancha tras ser empujada cuando la embarcación comenzaba su descenso hacia al mar.
[31] Se quitó su chaleco salvavidas porque, si su bote zozobraba bajo las gélidas aguas del Atlántico Norte, prefería morir ahogada lo más rápido posible.
Hichens lo rechazó y la amenazó con tirarla al agua si «no se callaba la boca».
[31] Margaret Brown escribió: «Había un ser en nuestro bote al que no podría llamar hombre pues nada, excepto su ropa, me permitía calificarlo como tal, debido a su cobardía».
El calvario de los ocupantes del bote 6 acabó a las 6:00, cuando pudieron definitivamente abandonar la embarcación.
[50] Su fama como superviviente del Titanic le proporcionó un reconocimiento nacional, cuando antes solo era conocida en el estado de Colorado.
Este hecho, llamado la «masacre de Ludlow», alertó a la opinión pública y la huelga tomó una dimensión nacional.
[1] La huelga se desconvocó semanas después y John D. Rockefeller aceptó finalmente las exigencias de los huelguistas.
Sin embargo, su iniciativa no contó con demasiado apoyo y los periódicos de Colorado se desentendieron del asunto.
En 1914, al conocer el estallido de la guerra en Europa, dejó sus actividades políticas en Estados Unidos para viajar a Picardía.
En esta época, Denver conoció una importante renovación urbana y numerosos edificios antiguos fueron demolidos.
Su nieto, Laurence Palmer Brown, ha donado también fotos de su familia al museo, que es actualmente el único propietario.
El telefilme S.O.S. Titanic (1979) de William Hale ofrece una imagen de una mujer grosera y poco culta, que una escena del naufragio del Titanic muestra amenazando a Robert Hichens con un arma, lo que es totalmente falso.