Juan Fernández de Navarrete (Logroño, c., 1538-Toledo, 1579),[2] llamado «el Mudo», fue un pintor español del Renacimiento.
[7] Según Antonio Palomino, siguiendo a fray José de Sigüenza, su primer biógrafo, que lo conoció bien y tenía en alta estima, era «hijo padres honrados y nobles»,[8] circunstancia que no es posible acreditar documentalmente, aunque sí cabe afirmar que se trataba de una familia económicamente solvente y relacionada con la élite logroñesa.
[9] Si los testimonios citados acreditan la realización del viaje, el estudio de sus primeras obras tras la llegada al Escorial, como la pequeña tabla del Bautismo de Cristo, con su técnica dibujística y colores fríos de acusada raíz manierista toscano-romana,[13] parecen desmentir el encuentro con Tiziano en Italia, en cuyo taller puede descartarse que trabajase.
Tres años antes se había colocado la primera piedra del monasterio, en pleno proceso de construcción.
Reparadas las grietas abiertas en las tablas, a Navarrete se le encomendó también reponer las pérdidas de pintura conforme a las precisas instrucciones dadas por Felipe II, que no quería ver alterada las gestualidad de los rostros, sin «tocar en el gesto ni tocado de Nuestra Señora, ni en otra cosa que no sea vestido o campo».
[23] Completada esta primera entrega, en el otoño de 1571 se le encargaron otros cuatro grandes lienzos, en este caso para la sacristía del convento, que reunidos con los primeros cuatro en tiempos de Sigüenza decoraban el claustro alto.
Navarrete obtuvo licencia en esta ocasión para trabajar en Madrid, instalándose en casa del pintor Diego de Urbina.
La pintura, actualmente en la National Gallery of Ireland, muy alabada por Sigüenza —«cuando no nos dejara otra cosa de su mano, esta sola bastara para pregonarle valiente»— abordaba un tema muy apropiado para recibimiento o sala de huéspedes del convento, que tenía entre sus obligaciones ofrecer hospitalidad a los peregrinos, como Abraham había hecho agasajando a los tres varones en igual figura que se le aparecieron en Mambré anunciándole la próxima maternidad de Sara y el nacimiento de Isaac.
[36] El contrato no fijaba los asuntos de las pinturas, que probablemente se le diesen al pintor en escrito aparte, pero establecía que toda la pintura debía tener un fin devocional y hacerse a satisfacción del rey y del prior.
Ocupado todavía con este trabajo en enero de 1579 se trató del encargo también de las pinturas del retablo mayor, cuya construcción asumían en la misma fecha Pompeo Leoni, Jacopo da Trezzo y Juan Bautista Comane, un encargo que no pudo ni siquiera iniciar.
Enfermo del estómago, un año antes había pedido permiso al rey para otorgar testamento.
[42] Murió el 28 de marzo tras redactar esa misma mañana apresuradamente su testamento y confesarse hasta tres veces por señas.
[44] Ambas obras, que serían las últimas del pintor, se conservan en el monasterio.