Fue formulada por el poeta romano Quinto Horacio Flaco (autor de otras famosas locuciones como carpe diem y beatus ille), en su obra Epístola a los Pisones (también conocida como Ars poetica).Para el poeta romano, tanto en la poesía como en la pintura hay obras que resultan comprensibles, evidentes, y otras menos.Así, la poesía debe ser tan emotiva y evocadora que sugiera en la mente del espectador imágenes como las producidas por la visión de un cuadro.[4] Esta fórmula tuvo plena vigencia hasta prácticamente el siglo XVIII, en que fue muy criticada por Gotthold Ephraim Lessing: en su libro Laocoonte (1766), aunque no rechazó la posibilidad de hallar un sistema que relacione todas las artes, criticó las analogías absolutas (como ut pictura poesis).La pintura y la poesía, examinadas en sus contextos imitativos, son distintas: la pintura resulta adecuada para la representación de cualidades sensoriales, tangibles, pudiendo tan solo evocar elementos argumentativos; en cambio, la poesía realiza el proceso inverso.