Fue sometida a una ampliación en el siglo XVIII y reconstruida después de la Guerra Civil, pues durante la contienda padeció un incendio que la arruinó casi por completo.
No obstante, según el historiador Francisco Javier Fernández Conde, se trataría de un documento redactado por el scriptorium del obispo Pelayo a principios del siglo XII con la intención de aumentar las propiedades catedralicias.
Este sería entonces un cargo honorífico y simbólico, que no implicaría la existencia de una congregación.
[2] Sin embargo, los mayores daños que sufrió el templo se produjeron unos años más tarde.
En lo que respecta a los documentos y otros bienes muebles, casi ninguno se salvó del fuego.
Tenía una clara inspiración neorrománica y, pese a la opinión del arquitecto, en él también se seguían criterios más alineados con una restauración de tipo violletiano.
Las obras comenzaron en 1943 y finalizaron en 1950, quedando la mayor parte de estas aspiraciones sin cumplirse.
[4][5] El coste total de la reconstrucción ascendió a 204.694,53 pesetas, una cifra muy elevada para la fecha.
Está compuesto por una única nave rectangular de ábside recto que queda separada del presbiterio por un amplio arco triunfal.
Efectivamente, se situaba en una zona agrícola conectada con las principales vías de comunicación del momento.
El aspecto actual del edificio, que responde a los ya citados principios e incluye nuevas estancias, no se entendería sin Manuel Valdés Gutiérrez.
Está rematada por un arco triunfal ligeramente apuntado de gran altura, con capiteles ricamente decorados.
En el arco triunfal aún son visibles algunos restos de policromía roja, habiéndose perdido los pigmentos azules que, también decoraban este espacio.
Estas dos falsas capillas laterales están actualmente dedicadas a San Juan Bautista y la Virgen de Covadonga En el lado izquierdo se halla un arcosolio gótico ligeramente apuntado con el tímpano decorado con una cenefa aserrada y pequeñas rosetas.
La nave se divide en cuatro tramos mediante tres arcos fajones de medio punto.
En 1956 se levantó frente a la iglesia, al otro lado de la carretera, un altar para exponer el Santísimo Sacramento el día de Corpus Christi, conocido por “l'altarina”, y un año después se añadieron los pilares que hoy flanquean la entrada a la iglesia y están rematados con dos esculturas alegóricas de la Fe (figura orante) y la Esperanza (figura que mira al horizonte).
Su desarrollo se ha visto notablemente perjudicado por esta ubicación, así como por el murete de piedra que rodea a la base del tronco.
Hasta hace pocos años era decorado con luces y coronado con una estrella durante la Navidad, costumbre iniciada por el párroco Eladio Argüelles Coto en la década de 1960.