Se dividían en cuatro grandes grupos, correspondiendo cada uno a su situación geográfica y también a diferencias en el lenguaje: Hasta el siglo XVIII pueden haber sido huarpes las gentes que los mapuches llamaban pewen-che (pehuenches) y que hoy son una parcialidad mapuche, pero se desconoce la lengua que tenían estos «pehuenches antiguos».Es conocido que los huarpes allentiac no seguían en general esta costumbre ―eran monogámicos―, con la única excepción del cacique, quien si tenía permitida la poliginia.El inca Túpac Yupanqui avanzó sobre Cuyo, en donde el cacique Cochagual organizó la resistencia, unió a los huarpes y presentó batalla con un gran ejército, siendo vencido y mal herido.Esto hizo que muchos expedicionarios españoles tomaran mujeres aborígenes como concubinas.La joven se convirtió al cristianismo siendo bautizada como Teresa de Ascencio.Sin embargo, el matrimonio se celebró, por falta de sacerdote, según los usos indígenas, aunque fue posteriormente reconocido por la Iglesia católica y la corona española.Algunos han supuesto un origen australoide que pareciera inverosímil si la hipótesis Lovrich de una inmigración desde Australasia hace unos 15 000 años no hubiera sido posible.Por otra parte, es casi seguro que la etnia huarpe es la que dejó los antiquísimos yacimientos llamados Morrillos de Ansilta (aunque tal sitio muy probablemente fue inicialmente poblado por una etnia anterior desaparecida).Varios antropólogos consideran a los henia y kamiare, vulgarmente llamados «comechingones», como un grupo muy diferenciado de los huarpes.Por otra parte en cuanto a alimentos vegetales comían choclo (maíz), y frutos de "algarroba" que era muy importante en su dieta por lo cual la conservaban en vasijas cerámicas y de las bayas del mismo árbol obtenían una especie de pan-torta que en Argentina se conoce como patay, igualmente con las vainas de estos Prosopis elaboraban bebidas fermentadas (llamadas hoy alojas y añapas).[7] Con el fin de evangelizar a los huarpes algunos sacerdotes aprendieron su lengua.En Chile, sobre todo en la ciudad de Santiago, por la gran cantidad de huarpes que habían sido trasladados allí, la tarea fue facilitada por la obra del jesuita Luis de Valdivia quien a fines del siglo XVI escribió dos obras para ayudar al aprendizaje del idioma huarpe y su evangelización.La Encuesta Complementaria de Pueblos Indígenas (ECPI) 2004-2005, complementaria del Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2001, dio como resultado que en todo el país 10 933 personas se reconocieron pertenecientes al pueblo huarpe (9616 en Mendoza, San Juan y San Luis), mientras que otras 3700 se reconocieron descendientes en primera generación de huarpes pero no se consideraron como integrantes del pueblo (3094 en Mendoza, San Juan y San Luis).