Pismanta enfrentó a los conquistadores con las armas y fue derrotado en distintas batallas hasta que con su ejército diezmado tomo conocimiento de que el Cacique Angaco se había aliado con los españoles y había entregado a su hija en matrimonio a uno de ellos.
Ante esto, se encerró junto con su familia en una cueva de Angualasto a esperar la muerte.
A los días se sintió un fuerte temblor de tierra acompañado por un estruendo.
Los huarpes fueron a la cueva a ver que había sucedido con Pismanta, pero solo encontraron las piedras y un hilo de agua caliente que brotaba de ellas.
Entendieron que este hilo de agua caliente eran las lágrimas del Cacique Pismanta quien lloraba su destino desde el corazón mismo de la Pachamama que lo recibió en su seno por su valiente defensa ante los españoles.