[3] Sin embargo, el alto mando alemán no compartía el optimismo de Hitler sobre la importancia de la contribución española a la guerra, dadas las precarias condiciones económicas y militares que padecía, y calificaba la postura española como oportunista —el almirante Canaris advirtió a Hitler que «desde el principio, la política de Franco consiste en no entrar en la guerra hasta que Gran Bretaña esté derrotada, porque tiene miedo de su poder»—.
Además Göring comunicó al Führer que Alemania no podía atender las elevadas peticiones españolas en suministros y armas.
[4] De todas formas, la intención de Hitler, según le confesó al general Franz Halder, era «prometer a los españoles todo lo que quisieran, sin importar si la promesa se podía cumplir».
[16] Por su parte los británicos estaban dispuestos a hacer concesiones para evitar que España entrara en la guerra.
[17] La prensa española controlada por Serrano mencionó el discurso pero omitió las referencias a España.
Por su parte Mussolini escribió a Hitler que el cambio de gobierno en España «nos permite asegurarnos que las tendencias hostiles al Eje se han eliminado o al menos neutralizado».
Al día siguiente de su encuentro con Franco en Hendaya tenía previsto reunirse con Pétain en Montoire-sur-le-Loir.
[21] Así pues, las posturas parecían irreconciliables, ya que para Hitler resultaba poco deseable estratégicamente enemistarse con Petain por el desmembramiento del imperio francés, y con Mussolini que podría ver, en una España excesivamente favorecida en las negociaciones, una competidora en sus propias ambiciones mediterráneas.
El tren de Franco, por su parte, llegó ocho minutos tarde desde San Sebastián (a donde Franco había llegado en automóvil desde Madrid) debido al mal estado de las vías férreas españolas.
Para cuando descendió del vagón, Hitler y Von Ribbentrop le esperaban al pie de la escalerilla.
Así pues, a la entrevista asistieron únicamente Franco, Hitler, Von Ribbentrop, Ramón Serrano Suñer y, como intérpretes, por parte alemana Gross y por parte española Álvarez de Estrada, barón de las Torres.
[24] Tampoco se permitió la presencia en el vagón del traductor oficial de Hitler, Paul-Otto Schmidt.
[27] Mientras le acompañaba hasta el coche-salón del tren español, Franco comentó a Serrano Suñer: «estos tíos lo quieren todo y no dan nada» —por su parte Hitler comentó: «con estos tipos no hay nada que hacer»—.
[28] Luego Serrano regresó al tren alemán para entrevistarse con Ribbentrop a quien le dijo que «en lo que concernía a las peticiones territoriales de España, las declaraciones de Hitler habían sido muy vagas y no constituían una garantía suficiente para nosotros».
[31] Durante la entrevista que mantuvieron los ministros de Asuntos Exteriores acordaron elaborar un protocolo secreto.
Mientras que Franco se mostraba muy inseguro de sí mismo, Pétain parecía confiado y sereno».
Asimismo, existió una amplia tolerancia, incluso colaboración, ante la actuación de los agentes del Eje, sobre todo alemanes, en España.
Esta colaboración permitió a los británicos efectuar la Operación Mincemeat, conocida por la novela y película El hombre que nunca existió para poder efectuar el desembarco de Sicilia con poca oposición alemana.