Con la debacle de la UCR, ninguno de los partidos participantes manifestó una verdadera preponderancia, y la participación electoral fue inferior a la mitad, con un 47% del padrón emitiendo sufragio, siendo la concurrencia a votar más baja en la historia electoral argentina, desde que se sancionó la Ley Sáenz Peña hasta la actualidad.
Hipólito Yrigoyen, primer presidente democráticamente electo, terminó su mandato en 1922 con una economía próspera, una gran popularidad y contenido al dejar la Casa Rosada en manos del antiguo embajador en Francia, Marcelo Torcuato de Alvear, perteneciente a su mismo partido.
Citando las dieciocho intervenciones federales a gobernadores opositores que realizó Yrigoyen durante su presidencia (incluyendo numerosas de su propio partido, y en todas menos una de las entonces catorce provincias), sostuvieron que el expresidente había impuesto un "culto a la personalidad" y establecieron su propia facción disidente, la Unión Cívica Radical Antipersonalista (UCR-A).
Cinco grupos "disidentes" de la UCR presentaron candidatos en 1924, y, representando intereses provinciales como lo hicieron, ninguna facción podría reclamar el manto "antipersonalista".
El grupo más establecido, la UCR-A, liderada en la práctica por el senador Leopoldo Melo y respaldada por el presidente Alvear, estaba estrechamente relacionada con la élite terrateniente, en particular con la provincia de Buenos Aires, incorporó gran parte del decadente Partido Conservador y fue el menos susceptible de reforma, acercándose mucho al conservadurismo depuesto.
En ese momento existían trece provincias, lo que junto a la Capital Federal daba un total de catorce distritos electorales.
El sistema electoral empleado era el de mayoría y minoría o lista incompleta, bajo el cual los dos partidos más votados obtenían toda la representación.
La debacle radical fue más notoria en Capital Federal, donde el Partido Socialista recuperó la mayoría en el Consejo Deliberante que había perdido en 1918.