[5] García Ramón le ordenó al coronel Pedro Cortés, jefe de los fuertes al sur del río Biobío, dejar a las guarniciones necesarias para defenderlos y marchar a Millapoa con el resto de sus soldados, incluyendo 500 indígenas auxiliares.
Los hispanos si lograron hacerse con mucho ganado y granos, luego continuaron quemando chozas para atemorizar a los mapuches.
Hizo varias correrías por la zona, dando muerte al toqui Guenchupal, a quien creían el principal jefe de la rebelión.
[11] Al final, sólo pudieron rescatar a 20 hombres, 30 mujeres, 2 mulatos y algunos indígenas de servicio, por la fuerza o por negociaciones; muchas mujeres ya tenían hijos con los indígenas y no querían apartarse de su descendencia, que tampoco quería dejar el único mundo que conocían.
En un ataque nocturno que logró penetrar en el interior se distrajeron en saquear las primeras chozas que encontraron, permitiendo al jefe de la plaza, sargento mayor Diego Flores de León, reorganizar a los defensores y rechazarlos.
[12] El ataque lo había organizado el toqui Aypinante, quien había reunido un ejército de 3.000 guerreros de las comarcas Toltén, La Imperial y Boroa, pero no se atrevía a enfrentar en batalla campal a los españoles.
Se dejó como guarnición a 280 soldados al mando del capitán Juan Rodulfo de Lisperguer y Flores.
Los españoles vencieron pero perdieron a los prestigiosos capitanes Juan Sánchez Navarro y Tomás Machín.
Para empeorar sus ánimos, el gobernador comprobó que Angol no había sido reconstruida y los refuerzos novohispanos eran apenas 55 o 57 españoles al mando del capitán Antonio de Villarroel y el alférez Jusepe de Heredia.
[17][19] García Ramón puso rumbo a Angol con toda su hueste, pero en un paso de montaña muy angosto, donde sus tropas no podían moverse fácilmente, su retaguardia fue atacada por los indígenas.
Los mapuches decapitaron a los muertos y huyeron por las montañas antes que el resto de españoles llegara.
[22] La anterior derrota no detuvo los planes del gobernador, quien visitó Monterrey y los fuertes costeros a mediados de abril.
Volvió a Concepción el 12 de mayo y envió cartas al rey y el virrey, pidiendo refuerzos para la campaña del próximo año, donde esperaba fundar otro fuerte pero a orillas del río Toltén.
[23] El padre Valdivia era igual de optimista, pero creía que la pacificación se estaba logrando mediante los indultos otorgados a los indígenas.
[3] Respecto a las fuerzas que cayeron en la emboscada, ni las fuentes contemporáneas están de acuerdo.
[27] Por su parte, Rosales da una cifra más elevada, 163 españoles acompañaron a su capitán y murieron.
[4] En el interior la situación era peor, pues el capitán Lisperguer debió realizar numerosas correrías[4] a cuatro o cinco lenguas del fuerte[3] para capturar indios y hacerse con numerosas provisiones, tantas que su guarnición no pasaba hambre pero se encontraba permanentemente agotada por las exigencias militares.
[3] El lugar del “horno” se ubicaba río arriba, donde la quebrada formada una mesa rodeada de terreno montañoso.
[4] Ese desertor era el tercer soldado mestizo y según las notas de Lisperguer, huyó por haber pasado hambre.
[35] Al parecer, había desertado durante la expedición que fue a prender carbón, el 26 de septiembre.
[28] Al salir, Lisperguer proclamó «Sin duda oy hemos de pelear, que el cielo y mi corazon asi me lo dicen (sic)».
[37] Según Rosales, los españoles llegaron donde el “horno” y exploraron la zona pero los araucanos estaban tan bien ocultos que no los detectaron.
Los hispanos disponían de 24 arcabuceros con sus mechas encendidas, pero la mayoría apago y dejó sus armas para cargar carbón.
Recibió un lanzazo en el pescuezo y un golpe de macana le destruyó la celada, luego lo acribillaron con armas blancas.
En cambio, Lisperguer se arrojó con su montura al río, posiblemente intentando llegar a la otra orilla, pero acabó ahogándose.
[37] Los araucanos rescataron su cuerpo y armas, quedándoselas como trofeo, al igual que su cabeza decapitada.
Debido a la escasez de hombres, decidió reducir el perímetro del fuerte abandonando las zonas menos importantes.
Una vez ahí auxilió a Cortés, quien realizó muchas correrías en la zona durante el invierno.
Durante cuatro días arrasó la región, sin tomar prisioneros diera igual su sexo o edad.
[45] Según Barros Arana, alrededor de 150 soldados murieron o fueron capturados en la emboscada,[51] a los que se sumaban las bajas producidas en el asedio.