La discusión sobre su comienzo, duración, etapas y hechos constituye el núcleo problemático del debate historiográfico.
[1] Hacia la última mitad del siglo XX el debate llegó incluso a poner en entredicho la propia denominación de "Revolución" con la aparición de autores revisionistas que minimizan o niegan las transformaciones ocurridas tras 1789.
Este fenómeno que muchos autores señalan como la disolución del Antiguo Régimen y la fundamentación divina del poder monárquico fue hábilmente captada y teorizada en una época muy temprana por el pensador francés Alexis de Tocqueville[3].
También se discute si hubo una revolución o varias, pues existen problemas políticos, económicos e institucionales que dificultan el análisis.
Autores como François Furet defienden una interpretación política de la revolución, divulgada con este motivo[8].
Para Furet, la Revolución francesa comienza con las Reformas de Turgot en 1774, y no concluye hasta 1880, año en que se reafirma el sistema republicano.
Se caracteriza por consolidar una legislación secularizada, en la que destacan cuestiones como la del divorcio, la escuela laica, la enseñanza obligatoria o la libertad de prensa.
Este día, a instancias de Víctor Hugo en 1880, se convierte en la fiesta nacional francesa.
En los años treinta del siglo XX, el Partido Comunista Francés hace una interpretación de la historia en la que funde la Revolución francesa con la Revolución rusa, como parte de un mismo proceso y una única matriz ideológica.
Actualmente se consideran como antecedentes de la revolución la bancarrota en la que se encontraba el Estado en 1788 y la negativa a convocar a los Estados Generales por parte de Luis XVI, para reformar los impuestos.
En numerosas ocasiones se identifica, de una manera simplista, la revolución con el periodo del Terror.
Thomas Carlyle, en 1837, inicia la visión romántica de la revolución, que ayuda a su mitificación.
Hippolyte Taine también condenó, en 1876, la Revolución francesa, por estar en el origen de todos los conflictos presentes en las sociedades contemporáneas.
La revolución es una cosa de hombres ambiciosos y sin escrúpulos que conspiran para arrebatar el poder a sus legítimos dueños.
Albert Mathiez, en los años veinte del siglo XX, redescubre la figura de Robespierre, al que comparó con Lenin.
La cuestión agraria es un tema central, ya que la mayor parte de la sociedad vive del campo.
La interpretación marxista-leninista estuvo, hasta los años sesenta del siglo XX, restringida a la Unión Soviética y su entorno, pero desde esa época se extendió por todo el mundo.
Concibe a la Revolución francesa como una, la primera, revolución burguesa, a la que temporalmente se unieron el campesinado y el proletariado, así como los pequeños burgueses, para derrotar al sistema feudal absolutista.
Una revolución que se caracteriza por promover el individualismo extremo del ciudadano privado y la consagración de la propiedad privada absoluta, con lo que no se ha aportado nada a la superación de la alienación humana.
Cuando en 1830 la burguesía apoya la restauración borbónica, abandona sus ideales universales y afianza sus intereses de clase.
Para entonces, la revolución ha calado en todos los estratos de la sociedad, que está dispuesta a defenderla.
También estudio las causas profundas de la revolución, y las circunstancias en las que se encontraba el sistema feudal absolutista.
Sugiere que, durante la revolución, se produce una transformación simultánea de la base socioeconómica y la superestructura.
Durante la revolución se produce la liquidación del feudalismo para fortalecer el capitalismo.
Las revoluciones de 1830 suponen que la gran burguesía se instale en el poder definitivamente.
Esto no deja de ser determinismo geográfico, se produce una revolución por estar enclavado en una región.
Para la interpretación estructuralista, la Revolución francesa fue una revolución burguesa, que intentó establecer la igualdad y la seguridad personal en la legislación, de ahí el constitucionalismo y el liberalismo económico que triunfa durante la misma.
A pesar del tiempo y los estudios sobre la Revolución francesa, aún están por aclarar numerosas cuestiones, como si se dio una revolución, o al menos una reacción, de la aristocracia contra el rey, al ver que podían perder sus privilegios.
Lo que actualmente se estudia de la Revolución francesa se centra sobre la estructura organizativa y administrativa del Antiguo Régimen, que es la parte más desconocida, así como su estructura social y económica.