Tzetzes dice que Dánao engendró a las cincuenta muchachas con Europa, una de las náyades e hija del Nilo.
[2] Hesíodo dice que las danaides enseñaron el arte de perforar pozos y que gracias a ellas la ciudad de Argos, que padecía de una sequía atroz, se hizo una ciudad rica en agua y abundante en pozos.
Al arribar a Rodas erigió la estatua de Atenea Lindia.
Desde allí y tras desembarcar en Epidauro, marchó a Argos, donde Gelánor, entonces rey, le cedió el trono; una vez adueñado del país llamó dánaos a sus habitantes.
Como la tierra estaba yerma, pues Poseidón, encolerizado con Ínaco por declarar que el país pertenecía a Hera, había secado incluso las fuentes, Dánao envió por agua a sus hijas.
[5] Otros dicen que tres de las hijas de Dánao murieron durante su estancia en Lindo, pero las restantes zarparon rumbo a Argos junto con su padre Dánao.
Estas degollaron a sus esposos mientras dormían, excepto Hipermestra, quien salvó a Linceo porque había respetado su virginidad; por ello Dánao la encerró manteniéndola vigilada.
Las otras danaides enterraron las cabezas de sus esposos en Lerna y tributaron honras fúnebres a los cuerpos ante la ciudad.
[7] Otros dicen que Amimone tampoco mató a su marido.
Érato a Eudemonte.Pausanias nos dice que, efectivamente, Dánao inventó esto para sus hijas: como nadie quería casarse con ellas a causa de su crimen, Dánao anunció que las daría en matrimonio sin dar dote al padre de la novia a cada uno la que le gustase por su belleza.
[11] Tras su muerte, las danaides fueron juzgadas y declaradas culpables del asesinato de sus esposos.
Fueron condenadas a llenar de agua con un cedazo un tonel que no tenía fondo.
La única que se salvaría del castigo eterno sería Hipermnestra.
[12] Luciano nos cuenta que, al parecer, este castigo ya se hizo proverbial: «como dice el refrán, cuanto más se saca más lleno está, o al revés, como el tonel de las danaides, que no almacenaba el agua que echaban dentro, sino que fluía sin parar».
[13] También se cuenta que Orfeo, en su catábasis al inframundo, logró con su prodigiosa música detener durante un tiempo las condenas de los reos; pues también a las muchachas, aunque sea durante unos instantes, se les quedó el cántaro seco, mientras escuchaban embelesadas los cantos del aedo.
Sin embargo, en el Averno, las tornas cambiarían, y el juicio daría como resultado la absolución de la desobediente, y la condena de las asesinas.
Algunas de las danaides no aparecen mencionadas en el episodio mitológico que involucra a Dánao y sus hijas.