Algunas de estas personas estaban sufriendo duras burlas en casa por parte de sus vecinos, y se enfrentaban a una enorme presión para volver a dirigirse hacia el este.
Tanto los ricos como los pobres querían llegar a Tierra Santa, para liberarla de los infieles en nombre de Cristo, buscando la salvación eterna que llevaba aparejado el luchar en una Guerra Santa.
[1] Otros, simplemente, buscaban huir de la pobreza para encontrar una nueva vida en oriente.
La mayoría eran campesinos sin entrenamiento militar, y estaban dirigidos por Anselmo IV, arzobispo de Milán.
Cuando alcanzaron el territorio del Imperio bizantino se dedicaron al pillaje sin ningún control, por lo que el emperador Alejo I Comneno les hizo escoltar hasta un campamento a las afueras de Constantinopla.
Los lombardos aceptaron su autoridad y, atravesando el Bósforo, establecieron su campamento en Nicomedia a finales de abril.
Los cruzados se organizaron en cinco divisiones: los burgundios, Raimundo con los bizantinos, los alemanes, los franceses y los lombardos.
Los turcos destruyeron casi por completo el ejército cruzado en las montañas de Paflagonia, en Merzifon.
El primer día los turcos cortaron el avance de los cruzados y les rodearon.
Lograron infligir duras bajas a los turcos, pero fracasaron en su ataque al final del día.
La mayoría de los lombardos, que no tenían caballería, murieron o fueron esclavizados por los turcos.
Este nuevo ejército había saqueado el territorio bizantino de camino a Constantinopla y casi había llegado a las armas contra los mercenarios Pecheneg enviados para detenerles.
Al igual que con el ejército anterior, las tropas de Heraclea fueron emboscadas y masacradas por Kilij Arslan.
Los supervivientes llegaron a Tarso, y fue ahí dónde finalmente murió Hugo el 18 de octubre.