La señora Simpson era considerada como una consorte política y socialmente inadecuada debido a sus dos matrimonios fallidos.
[1] En el verano de ese año, Eduardo evitó la tradicional y prolongada estancia en Balmoral y optó en su lugar por pasar las vacaciones con Wallis Simpson en el Mediterráneo oriental a bordo del yate de vapor Nahlin.
Sin embargo, los canadienses y los expatriados británicos, que tenían acceso a los reportajes extranjeros, se escandalizaron en gran medida por la cobertura.
[8] El gobernador general de Canadá, lord Tweedsmuir, informó al palacio de Buckingham y a Baldwin que los canadienses sentían un profundo afecto por el rey, pero también que la opinión pública canadiense podría mostrarse indignada si Eduardo se casaba con una divorciada.
En medio de una llorosa despedida, el rey le dijo: «nunca podría dejarte».
2] Cuando Eduardo provocó la crisis, la Iglesia de Inglaterra seguía sin permitir que las personas divorciadas se volvieran a casar estando en vida el cónyuge anterior.
En ese momento, la Iglesia y la ley británica consideraban el adulterio como único motivo de divorcio.
[24] Esta información, que no se reveló públicamente hasta 2003,[23] pudo ser transmitida a las figuras superiores del establishment, incluidos los miembros de la familia real.
[27] Sin embargo, Eduardo tal vez no era consciente de lo que se decía o simplemente decidió ignorarlo.
[34] Aunque los comentarios del rey aumentaron su popularidad en Gales,[35] se volvió extremadamente impopular en Escocia tras su negativa a inaugurar una nueva ala en el Aberdeen Royal Infirmary, con la excusa de que no podía hacerlo porque estaba de luto por su padre.
[40] Las relaciones entre el Reino Unido y los Estados Unidos eran tensas durante los años de entreguerras y la mayoría de los británicos eran reacios a aceptar a una estadounidense como reina consorte.
[41] En esa época algunos miembros de la clase alta británica menospreciaban a los estadounidenses y los consideraban socialmente inferiores.
William Lyon Mackenzie King, primer ministro de Canadá, aconsejó a Eduardo que hiciera «lo que su corazón considerara correcto»;[45] en cambio, el resto de los miembros del gobierno canadiense le recomendó que no se casara y le instó a anteponer su deber como monarca a sus sentimientos por la señora Simpson.
[46] Mientras tanto, Stanley Baldwin, primer ministro británico, le informó explícitamente que la gente se opondría a su matrimonio y señaló que si se casaba, en directa contravención al asesoramiento de sus ministros, el gobierno podría dimitir en masa.
Michael Joseph Savage, primer ministro de Nueva Zelanda, rechazó la opción 1, pero pensaba que la opción 2 «podría ser posible [...] Si a lo largo de esas líneas se encontraba alguna solución factible», pero afirmó que «seguiría la decisión del gobierno local».
[49] Éamon de Valera, primer ministro del Estado libre irlandés, pretendía ser indiferente mientras remarcaba que, como país católico, el Estado libre irlandés no reconocía el divorcio.
De Valera creía que si el pueblo británico no aceptaba a Wallis Simpson, entonces la única solución posible era la abdicación.
En julio había prevenido contra el divorcio a Walter Monckton, asesor legal del rey, pero su consejo se ignoró.
[53] En una carta privada a Geoffrey Dawson, editor del periódico The Times, Churchill sugirió que un retraso sería beneficioso porque, pasado un tiempo, el rey podría dejar de amar a Wallis Simpson.
[59] De cualquier forma, los rumores dañaron a Eduardo y a Churchill severamente, ya que los miembros del parlamento se horrorizaron ante la idea de que el rey interfiriera en la política.
En una sección propuso decir: Baldwin y el gabinete británico bloquearon el discurso, afirmaban que podría impactar a muchas personas y que sería una grave violación de los principios constitucionales.
Los ministros británicos opinaban que con el discurso propuesto había revelado su actitud desdeñosa hacia las convenciones constitucionales y amenazado la neutralidad política de la corona.
[69] Los tribunales no podían conceder el divorcio colaborativo —una disolución del matrimonio por mutuo consentimiento—, por lo que el caso se manejó como si se tratara de un divorcio indefendible o necesario, por faltas cometidas en contra de Wallis Simpson, con ella como la parte inocente y afectada.
La acción de divorcio no funcionaría si la intervención de los ciudadanos demostraba que la pareja se había confabulado, por ejemplo, realizando un montaje para aparentar el adulterio del marido y que así Wallis pudiera casarse con alguien más.
Sin embargo, era demasiado tarde; el rey estaba hecho a la idea de irse, incluso si no podía casarse.
[73] Según los cambios que introdujo el Estatuto de Westminster en 1931, la corona única para todo el Imperio británico había sido reemplazada por coronas múltiples, una para cada dominio, utilizadas por un monarca único en una organización entonces conocida como la Mancomunidad Británica.
Como ya no era rey, sir John Reith lo presentó como «Su Alteza Real, el príncipe Eduardo».
Al día siguiente de la emisión, dejó Gran Bretaña con destino a Austria.
[83] También obtuvo beneficios económicos con la venta del castillo de Balmoral y Sandringham House a su hermano Jorge.
Supuestamente le dijo a un conocido: «Después de que la guerra termine y Hitler aplaste a los americanos [...] tomaremos el control [...] Ellos [la Mancomunidad] no me quieren como su rey, pero pronto volveré como su líder».