Cine de Uruguay
Aunque en menor cantidad si se compara con otras cinematografías de la región, desde inicios del siglo XX se han realizado películas en el país de forma sostenida, dando lugar a una filmografía rica y diversa en cuanto a formatos, estilos y temáticas.[2] A esta le siguieron varios otros registros filmados en su mayoría por inmigrantes europeos residentes en Uruguay o enviados por empresas cinematográficas que hacían registros de actualidades la casa Lepage (a través de un enviado, M. Corbicier) y la casa Glucksmann, que sí tenía un local en Montevideo.[4] También en esa década el Estado formaliza el uso del cine para la promoción del país;[5] se crea el Centro Cinematográfico; aparecen las primeras salas barriales y el cine empieza a ser incluido por el discurso letrado en sus empresas literarias y periodísticas.[6] Se considera que el primer crítico cinematográfico que tuvo Uruguay fue su afamado escritor Horacio Quiroga; en su labor se nota la asociación de Hollywood con «la falta de creación y libertad artística» y la cinefilia como resistencia.El filme, que está extraviado, fue producido por la Empresa Cinematográfica Nacional Oliver y Cía.Una niña parisiense se estrenó como Pervanche en el Teatro Solís, protagonizada por actores del medio, y apoyada por una importante campaña publicitaria.El argumento estaba basado en una obra literaria: una viuda en bancarrota para mantener su estatus decide –a instancias de su escribano- desposar a la hija con un primo, un rico estanciero que vive en el campo.Ese pretexto, sostiene Georgina Torello, «pone en marcha una serie de mecanismos visuales que coquetean con y ponderan (resolviéndola sólo en parte) la dicotomía campo/ciudad.[15] Entre ellos, numerosos films sobre héroes o fechas patrias, como Inauguración del Monumento a Artigas (Henry Maurice, 1923) y Centenario (Isidoro Damonte, 1930).[17] Con el país ya bajo la dictadura de Gabriel Terra, llegó el sonido al cine uruguayo.En 1939 Massardi presentó la que sería su única película en la VII Muestra cinematográfica de Venecia y muchos años después, en 1977, la vendió al Estado uruguayo.Entre ellas se destacan Los tres mosqueteros (Julio Saraceni, 1946), Así te deseo (Belisario García Villar, 1947) y El ladrón de sueños (Kurt Land, 1948).Ante su estreno, la crítica cinematográfica volvía a confiar en la existencia de un cine “nacional”: “en todo esto se asoma siempre algo muy nuestro, cuidadosamente observado, sinceramente expresado y melancólicamente visto”,[20] decía José Carlos Álvarez, mientras que Manuel Martínez Carril afirmaba: “En Un vintén p´al Judas Ulive reitera su preferencia por una temática popular y nuestra y por aproximarse al hombre de la calle, a sus problemas, a su lucha por la subsistencia en un medio hostil e indiferente”.El festival fue la actividad más significativa del Departamento de Cine Arte del SODRE, fundado en 1943 por el crítico de cine Danilo Trelles como una institución similar a un cineclub o las cinematecas europeas contemporáneas.[29] No obstante se siguió produciendo películas en diversos formatos, pero que según la investigadora Beatriz Tadeo Fuica, pueden dividirse principalmente en dos conjuntos.Por un lado se encuentran los films realizados en forma independiente -en algún caso además en franca disidencia con la cultura oficial- compuesta sobre todo por un gran número de cortos y mediometrajes en Súper 8mm.Este director, además, realizó un documental para promover el país como destino turístico, El lápiz mágico (1982), coproducido entre la DINARP y la Secretaría de Turismo.[29] En 1988 se lanzó directamente para video Acto de violencia en una joven periodista, realizada por Manuel Lamas, un trabajo que décadas más tarde iba a ganar mayor difusión a través de internet, hasta volverse una película de culto[31][32] y ser considerada por algunos como la «peor película del cine uruguayo».De esa manera, el cine hecho con video, especialmente el documental, cobró gran relevancia.En esos años se estrenaron varios documentales y ficciones sobre asuntos de interés social: Mamá era punk (Guillermo Casanova, 1988), Noche (Enrique Aguerre, 1988), Sala de espera (Luciano Álvarez y Esteban Schroeder, 1988), Entretelares (Eduardo Casanova, 1988), La superficie (Pablo Dotta, 1988), Yo era de un lugar que en realidad no existía (Kristina Konrad, 1989) o Vida rápida (Grupo Hacedor, 1992).Ese mismo año Beatriz Flores Silva lanza En la puta vida, película de gran éxito comercial tanto en el país como en el exterior, que posiciona a su directora como una de las más interesantes del campo cinematográfico nacional.Dos años después, Guillermo Casanova dirige El viaje hacia el mar, basado en un cuento de Juan José Morosoli y con gran elenco, que incluye a Hugo Arana, César Troncoso, Diego Delgrossi, Julio César Castro y Julio Calcagno.En 2005 fue el año del primer premio Óscar uruguayo, cuando Jorge Drexler recibe la estatuilla por la canción «Al otro lado del río» (la primera en lengua no inglesa en obtener este premio), que integra la banda sonora de la película Diarios de motocicleta, sobre el revolucionario Ernesto Che Guevara.Ese mismo año se estrena Matar a todos, de Esteban Schroeder, con Roxana Blanco y Jorge Bolani, thriller policial basado en hechos reales.Desde 2001, el Uruguay asiste a lo que Rosario Radakovich llama «el boom del cine nacional», con producciones por año que van en aumento, mejores condiciones de realización, mayor reconocimiento internacional y un marcado ascenso del público nacional.En 2011, César Charlone dirige para Televisión Española Artigas: La Redota, protagonizada por Jorge Esmoris, con Rodolfo Sánchez, Yamandú Rodríguez y Roxana Blanco, entre otros, y basada en la figura del prócer nacional.Algunas de sus películas, como Me gustan los estudiantes (1968), Aparte (2003) y Decile a Mario que no vuelva (2007) muestran realidades de su país o su historia reciente con crudeza y descarnada melancolía.Se buscó desde un inicio acopiar películas que circulaban en el ámbito cinéfilo de los diversos cine clubes existentes en el momento, principalmente de carácter internacional y que no tenían difusión en el circuito comercial.En 2016 esta dependencia recibió equipamientos tecnológicos, que fueron entregados por el Banco República a partir de un convenio que integran el Instituto del Cine y el Audiovisual del Uruguay, la Cinemateca Uruguaya, el Archivo Nacional de la Imagen y la Palabra y la Universidad Católica del Uruguay denominado Mesa Interinstitucional de Patrimonio Audiovisual (MIPA).En la actualidad, Montevideo y varios puntos del interior son escenario de filmación favorito para múltiples locaciones ficticias.