A principios del siglo XIV era un pueblecito con un término extenso perteneciente a Valladolid, partido judicial de Medina del Campo y jurisdicción en Villanueva de Duero.[5] Los monjes de Silos debieron edificar allí unas casas modestas pero nunca echaron muchas raíces.Por su parte el obispo hizo grandes regalos al lugar y a la institución, empezando por las «necesarias» reliquias, imprescindibles siempre no solo para la consagración del altar mayor sino para atraer visitas y peregrinaciones; incluso se llegó a instituir una romería anual que llegó a ser famosa en el entorno.[10] En un albalá o Real cédula, Juan II otorgó a los monjes el derecho a incluir en sus obras y reposteros las armas reales y la gracia especial de que «las acémilas de los monjes puedan llevar sonajas como las acémilas del mismo rey».[4] Tal y como era costumbre entre los cartujos el complejo monástico fue una construcción humilde que vista desde fuera se parecía más a una casa de labor que a un monasterio.En la época del barroco se construyó la espadaña que ofrecía una nota totalmente diferente.En el siglo XVIII se añadieron las yeserías como decoración en la iglesia y en la sala capitular.Todos los edificios monacales y las viviendas de los colonos estaban rodeados por una tapia de mampostería y tapial que ha llegado casi intacta hasta el siglo XXI.Cuando acabó el conflicto bélico con los franceses, los cartujos regresaron al monasterio hasta que en 1820 tuvieron que abandonarlo de nuevo por "decreto de desamortización" del Trienio Liberal.Los objetos litúrgicos que no fueran de metales preciosos se repartirían entre diversas parroquias necesitadas.La plata fue recopilada por las autoridades francesas, fundida y convertida en moneda o bien enviada a Francia para otras necesidades.[17][18] Los monjes tenían establecido un reparto jerárquico de tareas a realizar.La máxima autoridad era el prior, que en otras órdenes monacales se llamaba abad.El prior no tenía sucesor más que después de su muerte.Representaban la parte material y su trabajo era esencial para la buena economía.[23] Sobre los primeros edificios que hubo en el enclave de Aniago apenas se tiene conocimiento.Cuando llegaron los cartujos aprovecharon aquellos edificios en los primeros tiempos pero pronto manifestaron la necesidad de construir una iglesia que se adaptara a sus necesidades y más aún un claustro con celdas individuales: barbudos, otro para los seglares, ítem un capitulo, e sacristanía, e un claustro pequeño.Fue un edificio con planta de una sola nave, con un ábside poligonal orientado al este.Era una construcción austera que se terminó en el último cuarto del siglo XV.Tampoco queda ningún recuerdo ni señal de las separaciones físicas entre monjes, hermanos y seglares, característico y muy a tener en cuenta en los edificios de la orden cartuja.Tenían dos pisos, en el de abajo cada monje tenía un pequeño taller y dos puertas, una que daba por el interior a un corredor paralelo a la panda del claustro, al fondo del cual estaban las letrinas; otra que tenía acceso al huerto y jardín que cultivaba cada uno de los monjes.[31] Se conserva en Aniago todo el frente sur de celdas con ventanas cuadradas encuadradas en piedra en el piso superior y las puertas de acceso a cada huerto.Se tiene noticia del patrimonio artístico y objetos litúrgicos que hubo en la cartuja de Aniago gracias al exhaustivo inventario elaborado en 1809.Son los dos retablos que hizo el ensamblador Diego Basoco en 1621 para la cartuja de Aniago.[34] Estaban a la entrada de la iglesia sobre buenos altares y fueron concebidos probablemente para pinturas.Allí los pudo ver en 1783 el viajero Antonio Ponz que los describe en su obra Viage de España.
Vestigios de la antigua pesquera de la cartuja de Aniago
María de Aragón, reina consorte de Castilla
Entrada al recinto de la cartuja
Friso decorado con yeserías barrocas del siglo
XVIII
en la capilla mayor del siglo XVI
Restos de la fachada sur de las celdas. Por detrás se ve la alta espadaña