Su territorio está representado en las hojas MTN50 (escala 1:50 000) 371 y 372 del Mapa Topográfico Nacional.
En años posteriores lo denominan como «despoblado» aun cuando esta palabra no indique en ese momento desolación y falta de vecinos.
A la pregunta sobre «si hay en el pueblo tenderos de paño, de oro, plata, seda, lienzos, especias, médicos, cirujanos, boticarios, arrieros, escribanos...» se contesta que hay una botica que es pertenencia del monasterio para curación de enfermos del lugar y otros pueblos, con un mancebo llamado Juan.
Cada uno de estos oficios está acompañado con la información del sueldo que recibían en aquel momento.
En el Instituto Nacional de Estadística consta Aniago como poblado, con los siguientes habitantes a principios del siglo XXI:[13] En el primer tercio del siglo XIX, al tiempo que se desamortizó el convento, se despobló prácticamente el lugar.
Tan solo se han aprovechado algunos como refugio de ganado y maquinaria.
[15] En 2015, Aniago es un lugar despoblado de habitantes que encierra las ruinas del pasado.
Los campos del entorno están sembrados de cereal y otros productos.
La nueva fundación se mantuvo con vida hasta la primera exclaustración llevada a cabo por los invasores franceses.
A partir de la desamortización —a mediados del siglo XIX— el complejo monástico cayó en el abandono.
Visto desde fuera el monasterio más parecía una casa de labor que un convento.
En el muro norte, y pegada a la cabecera, sobresalía el cuadrado de la sacristía.
[21] Durante la Guerra de la Independencia Española las tropas aliadas inglesas volaron el ojo central.
[22] Las bodegas primitivas pasaron a ser patrimonio perdido del que no se ha conservado ni siquiera el nombre.
Se sabe de su existencia por los documentos que hablan del monasterio y su economía.
En el lugar donde estuvo la bodega hay en el siglo XXI un merendero llamado Las Tinajas y en su entorno la urbanización que tiene el mismo nombre.
Pero sí queda en el mismo solar el edificio levantado en 1930 como central eléctrica para elevar las aguas del río con destino a regadíos.
[24] Sobre las aceñas se tiene noticia de su existencia y productividad gracias a las respuestas generales del Catastro del Marqués de la Ensenada en que se declara: «En cada año se gastaron dos mil ciento cuarenta y cuatro reales en reparaciones menores y seiscientos cuarenta y cuatro reales al año en reparos mayores por lo que solo quedó un beneficio de dos mil reales.»[25] Dentro de las posesiones que tenía el lugar de Aniago y que salieron a subasta durante la primera mitad del siglo XIX se encontraban las aceñas del término de Villamarciel cuyos lotes fueron:[26] Durante las distintas desamortizaciones, las aceñas pasaron a ser Bienes Nacionales.
Puestas a la venta, las compró Máximo Cruz, vecino de Valladolid, que en 1839 las arrendó.