Los bosques de Europa son extensiones naturales en los que perdura una importante biodiversidad, tanto florística como faunística.
Mientras iban pasando los años, la población europea iba creciendo y era preciso alimentar a una gran cantidad de personas.
En la Edad Media, la madera constituía la única fuente de energía, junto al agua, en ese momento.
Los bosques artificiales son plantados por el hombre con especies exóticas adaptables al medio con fines de doble propósito: protección y producción.
Estas actividades han llevado a la disminución o pérdida de este bioma en todas partes del mundo.
El bosque templado es muy variable: en algunos lugares predominan los árboles caducifolios mientras que en otros las coníferas son más comunes.
La flora y la fauna de los bosques templados son muy diversificados, aunque muchos animales emigran o hibernan durante el frío invierno.
Tiene un régimen térmico moderado, con temperaturas medias mensuales siempre por encima de los 0 °C, y un régimen pluviométrico abundante y bien distribuido a lo largo del año, en el que no hay aridez en ningún mes, con lo que la humedad para las plantas está garantizada.
Presenta cuatro estaciones bien definidas: primavera, verano, otoño e invierno, con una actividad biológica diferenciada en cada una de ellas.
Está representado por comunidades vegetales similares adaptadas para soportar el verano árido y se encuentran en cinco regiones climáticas mediterráneas del mundo: En todos los casos están situadas en la fachada occidental de los continentes, hacia los 30° y los 40° (44° en el Mediterráneo).
El fuego juega un papel importante en la dinámica de estos bosques y, por ello, las especies que lo componen han desarrollado numerosos mecanismos para adaptarse a los incendios.
En general, estos bosques presentan un número relativamente poco variado de especies en el dosel arbóreo.
La variedad es muy grande, tanto en talla arbórea como arbustiva y herbácea (toda clase de juncos, carrizos, espadañas, zarzas, serbal del cazador, entre otras).