Encomienda

Tanto los nativos como los españoles acudían a las Reales Audiencias para solicitar ayuda en el marco del sistema de encomiendas.

[2]​ Las guerras contra los musulmanes, también llamados moros, en la península ibérica hizo que estas órdenes se constituyeran en verdaderas circunscripciones a mediano y largo plazo.

[11]​ Cabe notar que, en 1492, fue el año que fueron finalmente expulsados judíos y musulmanes de la actual España, y en el mismo año Colón llegó a América, con lo cual una evolución de la misma estructura legal fue implantada en América.

Colón estableció una orden según la cual la mitad de todo el oro que obtuvieran los colonos debía entregarse a la Corona aunque nadie obedecía esa orden hasta que Ovando bajó la cantidad a una quinta parte.

[12]​ Para evitar recuperar los malos usos y los sistemas medievales abolidos en 1509, la Corona decretó que la encomienda no podía considerarse a perpetuidad y que los indios sólo podían ser encomendados por un periodo máximo de dos años.

[11]​ Los tributos indígenas en especie (que podían ser metales, ropa o bien alimentos como el maíz, trigo, pescado o gallinas) eran recogidos por el cacique de la comunidad indígena, quien era el encargado de llevarlo al encomendero.

El encomendero estaba en contacto con la encomienda pero su lugar de residencia era la ciudad, bastión neurálgico del sistema colonial español.

Sin embargo, se produjeron abusos por parte de los encomenderos y el sistema derivó en muchas ocasiones en formas de trabajo forzoso o no libre, al reemplazarse, en muchos casos, el pago en especie del tributo por trabajo en favor del encomendero.

Bartolomé de las Casas llegaría a ser atendido por Carlos I y Felipe II.

A su vez, se desarrollaron instituciones de protección al indio, como los Visitadores, quienes tenían un deber de inspeccionar el trato de los indios y verificar que los indios se encontrasen acorde a las descripciones de otro visitador (evitándose la corrupción y los sobornos de los encomenderos al estar inspeccionándose un visitador con otro), para así poder garantizar sus derechos naturales del indio como persona humana y comprobar que se cumpliese lo establecido por la legislación indiana de que el encomendero debía educarlos en la fe (incluido construirles iglesias y actuar como catequistas) y las buenas costumbres (incluido que al menos 1 o 2 indios, el más hábil, aprendiese a leer y escribir para enseñar a los demás indios), otorgarles descanso (como instalar 1 hamaca por cada indio), pagarles remuneración justa, alimentarlos adecuadamente (habiendo que dar más comida a quienes trabajaran en Minas), darles vestimenta, entregarles parcelas para cultivar y animales que criar, garantizarles vivienda (construyéndoles al menos 4 Bohíos por cada 50 indios), etc [se agregó que si el encomendero no estuviera realizando tales deberes, el visitador debería hacerlo].

Por eso, se crean en 1542 las Leyes Nuevas, donde queda consignado que:[11]​ Los nuevos virreyes llegaron a América con órdenes expresas de que se cumplieran estas leyes, lo contrario que había pasado con las anteriores, llegando a haber una guerra en Perú entre los encomenderos y los leales al rey en 1544 capitaneada por Gonzalo Pizarro y otra en 1553 capitaneada por Francisco Hernández Gijón.

Los reyes volvieron a intentar abolir la institución desde 1696, despachando cédulas en los años 1720, 1735, 1776, 1777 y 1801 que lograron suprimirlas en varias regiones americanas.

La encomienda fue reemplazada por el repartimiento de indios, el peonaje, el trabajo asalariado y por la esclavitud africana.

Este edicto fue ratificado por Carlos IV en 1791, fecha en que se concretó su abolición definitiva en la Capitanía General de Chile.

Finalmente, El 17 de mayo de 1803, se decreto una real cédula que mandaba lo siguiente por parte de Carlos IV: «He venido asimismo en mandar se incorporen inmediatamente a mi real corona cuantas encomiendas subsistan en el Paraguay contra mis reales cédulas ejecutadas ya en la mayor parte de mis dominios de América, sin admitir a los detentores recurso que ambarace su definitiva reversión, por no poder asistirles motivo justo para ello, extendiéndose esta mi soberana resolución a los antiguos mitayos.» Con ello se acabaron permanentemente las encomiendas en todo el imperio español.

[17]​ La institución de la encomienda se basaba fuertemente en la adscripción tribal del individuo sujeto a ella (siendo de hecho los caciques, curacas, u otros jefes tribales quienes actuaban como intermediarios y organizadores del servicio), siendo un pacto tributario.

Esto provocó que muchos aborígenes buscaran deliberadamente diluir su identidad étnica o tribal y la de sus descendientes, intentando casarse con individuos de distinta etnia, especialmente con españoles (recién llegados, o criollos).

"Cristiano encomendero de indios de este Reyno", hacia 1600, según dibujo de Felipe Guamán Poma de Ayala .
Códice Kingsborough : un encomendero veja a un indio. Copia del italiano Agostino Aglio 1825-1826, para Lord Kingsborough .