[3]> La complejidad social, en este sentido, se refiere típicamente a la complejidad política, específicamente a la presencia de una jerarquía en la forma de una élite dirigente sostenida por un aparato burocrático, con su parafernalia asociada de edificios administrativos y residencias reconocibles en centros urbanos o proto urbanos (templos y palacios).
Hay, no obstante, problemas con el término "complejidad" en este uso.
Cuando una sociedad se enfrenta a un "problema", como una disminución en el flujo de energía, o una dificultad en su acceso, para lidiar con el desafío tiende a crear nuevos estratos de burocracia, infraestructuras o clases sociales.
A la larga, los costes se hicieron tan grandes que cualquier nuevo desafío, como fueron las invasiones o ciclos de malas cosechas, no podía ser resuelto con la adquisición de más territorio.
El Imperio se dividió, y la mitad occidental se fragmentó en unidades políticas menores; la mitad oriental, más rica, fue capaz de sobrevivir más tiempo como una unidad, no colapsando, sino decayendo lentamente, mientras que sus poderosos vecinos tomaban ventaja de su debilidad.