La predicación oral fue la vía primera de expansión del cristianismo, no solo por su universalidad, sino también porque la nueva religión se ejercía principalmente en comunidad, a través de reuniones eucarísticas donde cabía leer y comentar lo leído.
En la actualidad se distinguen varias clases de sermones: textuales, temáticos, expositivos, etc.
Una homilía es, en lo esencial, una forma de discurso donde el orador se dirige a una comunidad religiosa.
La homilía anónima conocida como II Clemente recibía su contexto y relevancia principalmente a través de su atribución.
Al negarse la misma y no aportar la crítica ningún otro elemento definitorio, la homilía llega a nosotros desde el siglo II como mudo testigo de una comunidad y un orador anónimos, inmersos en una problemática con varias vertientes.
Se sabe, cómo no, por Eusebio[3] que el papa Sotero escribió una carta a la iglesia de Corinto.
Dicha ascendencia sostiene otra interpretación que afirma que la homilía fue compuesta y leída en el ámbito de la comunidad romana y sólo después fue remitida a Corinto como parte del intercambio habitual de correspondencia entre estas dos iglesias.
En lo que atañe a los documentos, en el siglo II los cánones como el del fragmento Muratoriano están aún en proceso de formación.
Normalmente, los códices se mentan con el nombre del lugar donde han sido descubiertos.
El Codex Alexandrinus es un códice griego descubierto en Alejandría y trasladado a Inglaterra durante los expolios coloniales.
La homilía es severa, para nada amorosa, y da idea de una comunidad inmersa en un delicado momento.
[12] Se abre con una cita bíblica, tomada del profeta Isaías[13] o de la epístola a los Gálatas[14] En la homilía no se indica la procedencia de la cita por lo que debía ser bien conocida.
Es posible que el pasaje hubiese sido leído durante la celebración previa del rito.
El cristianismo es la mujer solitaria quién, a pesar de estar desamparada, tiene muchos hijos, y el judaísmo es la que tiene marido pero no pare, indicándose con ello su decadencia.
[15] Asimismo, esta cita es uno de los primeros documentos cristianos donde el Nuevo Testamento es referido como la escritura.
Dicha expresión no significaría nada si estuviera sola pero más adelante utilizará citas tomadas del Evangelio de los egipcios y otras cuyo origen se desconoce.
Primeramente se menciona el adulterio, la murmuración, la envidia y la avaricia como enemigos de la vida espiritual.
El homileta aboga repetidas veces por la renuncia material urgido por la angustia de ver que su comunidad frivoliza en tan severos momentos.
Detrás de este pensamiento hay un complejo contexto que involucra varios textos.
Una vez repasado el ideal de vida cristiana, el orador entra a desarrollar un tema doctrinal sobre el que la comunidad padece cierta confusión.
Detrás de esa confusión parecen estar unos falsos maestros que menciona el homileta.
La falsa doctrina consistiría en afirmar que la salvación del alma no guarda relación con su comportamiento en el mundo, bien porque nada de este mundo puede dar la salvación, bien porque estemos predestinados de antemano.
En un sitio aboga por la continencia,[19] en otro relaciona el goce temporal con el tormento escatológico (llamas del infierno).
[20] Hay cierto trasfondo purgativo en la intención del orador, cuyas amonestaciones se encuentran dispersas a lo largo de todo el discurso.
Podría ocurrir también que todos dependan de una tercera fuente anterior no identificada.
En este párrafo, el orador expone la doctrina de la iglesia preexistente, que menciona Pablo en su epístola a los Efesios.