Juan no podía casarse legalmente con Ana, por ser esta mujer de baja condición social, y muy pobre, lo que no impidió que mantuviese con ella una relación de amancebamiento.
Viendo la situación precaria en que iban creciendo los niños, sin padre ni maestros, decidió reconocerlos como hijos suyos ante la ley.
[1] Se formó como auxiliar práctico, médico empírico, barbero y herborista.
En una ocasión el Convento tuvo serios apuros económicos y el Prior se vio en la necesidad de vender algunos objetos valiosos, ante esto, Martín de Porres se ofreció a ser vendido como esclavo para ayudar a remediar la crisis, el Prior conmovido, rechazó su ayuda.
Martín siempre aspiró a realizar vocación misionera en países y provincias alejados.
Alguna vez que el prior lo obligó a recibir un hábito nuevo y otro fraile lo felicitó risueño, Martín, le respondió: «Pues con este me han de enterrar» y, efectivamente, así fue.
La personalidad carismática de Martín hizo que fuera buscado por personas de todos los estratos sociales, altos dignatarios de la Iglesia y del Gobierno, gente sencilla, ricos y pobres, todos tenían en Martín alivio a sus necesidades espirituales, físicas o materiales.
Su entera disposición y su ayuda incondicional al prójimo propició que fuera visto como un hombre santo.
Martín solicitó a los dolidos religiosos que entonaran en voz alta el credo y mientras lo hacían, falleció.
Altas autoridades civiles y eclesiásticas lo llevaron en hombros hasta la cripta, doblaron las campanas en su nombre y la devoción popular se mostró tan excesiva que las autoridades se vieron obligadas a realizar un rápido entierro.
Sin salir de Lima, se dice que fue visto en México, en África, en China y en Japón, animando a los misioneros que se encontraban en dificultad o curando enfermos.
Muchos lo vieron entrar y salir de recintos estando las puertas cerradas.
Preguntado cómo lo hacía, respondía: «Yo tengo mis modos de entrar y salir».
Se contó además entre otros hechos, que Juana, su hermana, habiendo sustraído a escondidas una suma de dinero a su esposo se encontró con Martín, el cual inmediatamente le llamó la atención por lo que había hecho.
También se le atribuyó facultades para predecir la vida propia y ajena, incluido el momento de la muerte.
Esta comisión fue presidida por el doctor Geraldo Arosemena Garland, Ministro de Justicia y Culto.
Además, al mediodía repicaron todas las campanas de las iglesias, acto que se realizó a nivel nacional.