Cada caravana nombra su jefe o agá (de la palabra turca aǧa -oficial del ejército-[2]).
Marchaban a vanguardia y retaguardia unos cuantos jinetes armados, al paso que otros tenían el encargo de recoger los rezagados.
En cada estación donde había agua se construía un pequeño fuerte y un depósito para abrevadero de camellos.
No llegaban en épocas fijas porque tenían muchos tropiezos en el camino; llevaban esclavos, marfil, polvos de oro y otros géneros.
[3] [10] [11] [12][13] En la zona andina, el papel equivalente a los camelleros del Viejo Mundo lo cumplieron, desde época precolombina, los llameros, conduciendo caravanas de llamas.
[15] El orientalismo en literatura y pintura tuvo en las caravanas uno de sus temas, idóneo por su ambientación exótica.