La concepción de la vida del hombre como una peregrinación es común a muchos pueblos y tradiciones.
[Nota 1] Eso permite definir al hombre como un «animal itinerante».
Algunos penitentes llevaban el pecado escrito en una cédula que depositaban en el altar del santuario.
Los peregrinos solían llevar una vestimenta especial, sobre todo en lo referido a complementos que llegaron a constituir símbolos: el zurrón (morral o anapola, bolsa grande de pellejo, que regularmente usan los pastores para guardar y llevar su comida u otras cosas), el bordón o bastón, un sombrero de ala ancha, una capa con esclavina y la calabaza para almacenar agua o vino.
También solían llevar como distintivo la famosa concha de peregrino o venera.