Los reguladores centrífugos se utilizaron para controlar la distancia y la presión entre las muelas en los molinos de viento desde el siglo XVII.
Entre los años 1775 y 1800, Watt, en asociación con el industrial Matthew Boulton, produjo unos 500 motores de balancín rotativos.
Se usaron para establecer la velocidad requerida del motor, ajustando el acelerador para mantener la velocidad del motor constante, en una idea análoga a la de un control de crucero moderno.
La idea original consiste en disponer un sistema formado por dos contrapesos suspendidos de un cuadrángulo articulado en un eje que gire ligado a un motor.
Los Jaguar, aunque británicos, también incluyen un limitador en aquellos modelos donde es necesario, al igual que los suecos Saab y Volvo.
Ferrari, Lamborghini, Maserati, Porsche, Aston Martin y Bentley tampoco limitan la velocidad máxima de sus coches (al menos, no a 250 km/h).
Desde 1977, los ciclomotores en el Reino Unido han tenido legalmente limitada su velocidad a 30 millas por hora (48 km/h) mediante un regulador.
[17] La mayoría de los demás países europeos tienen reglas similares (consúltese el artículo principal).
Los vehículos de servicio público suelen tener una velocidad máxima reglamentada.
Todos los vehículos pesados en Europa y Nueva Zelanda tienen por ley reguladores que limitan su velocidad a 90 kilómetros por hora (56 mph) o 100 kilómetros por hora (62 mph).
Por lo tanto, a medida que la aeronave acelera (como en un picado) o desacelera (en un ascenso), el giro del motor se mantiene constante.
Los motores pequeños, que se utilizan para alimentar máquinas cortadoras de césped, generadores portátiles y tractores de jardín, están equipados con un regulador para limitar el combustible suministrado al motor a una velocidad segura cuando está descargado, y para mantener una velocidad relativamente constante a pesar de los cambios en la carga.
[20] En las turbinas hidráulicas, los reguladores se han utilizado desde mediados del siglo XIX para controlar su velocidad.