Este sentimiento en contra de los manchúes se hizo más evidente en el sur, específicamente sobre la clase pobre y rural que se sentía disgustada y que depositó sus esperanzas sobre un visionario carismático de la minoría hakka cuyo nombre era Hong Xiuquan.
Fue un estudiante ejemplar, pero cuando se iba a preparar para el examen imperial en 1836, que era la única forma de admisión en la administración y el ejército imperiales, no pudo pasar las pruebas, fallándolas una y otra vez de manera sucesiva; en ese período conoció a un misionero cristiano que dictaba charlas acerca de varios tratados religiosos.
En 1837, al fallar nuevamente la prueba de admisión Xiuquan sufre de una crisis nerviosa; desde entonces tuvo visiones en las que un hombre viejo le decía que la gente ya no rendía culto a él y que estaban ofreciendo culto a los demonios; en otro trance en 1843, el mismo hombre nombró a Xiuquan como cazador de demonios.
Xiuquan tomaría pronto la idea de fundar un reino celestial en la Tierra y derrocar al régimen manchú para completar su labor.
Posteriormente, Xiuquan fue atacado en 1850 por miembros gubernamentales imperiales, y esta oportunidad fue propicia para iniciar su nueva etapa en la lucha religiosa.
La mayor autoridad del reino era el Rey Celestial, cargo que ostentó Hong Xiuquan desde 1851.
Los primeros miembros fueron cinco reyes asignados de la siguiente manera: Con la repentina muerte de los reyes, los nuevos líderes que los reemplazarían serían llamados "Príncipes": En los territorios controlados, el Reino Celestial estableció un régimen teocrático y altamente militarizado.
A duras penas estas leyes fueron establecidas en las ciudades más pobladas, pero en las zonas rurales no había control.
El combate que realizaban era extremadamente brutal y sangriento, con poca artillería pero con grandes fuerzas equipadas con armas pequeñas.
Existía una organización descrita del siguiente modo: Estos miembros fueron puestos en ejércitos de varios tamaños.