[2] El primero en introducir un elemento racial en su discurso catalanista fue Valentín Almirall, a partir de 1879.
[4] En una crítica a Pi y Margall, que se oponía claramente al pensamiento racial, Almirall afirmó que «Pi no cree en los factores geográficos —ríos y montañas como fronteras—, lingüísticos, raciales, históricos, etc. como constituyentes de las nacionalidades, ya que los considera mudables, limitados en el tiempo y hasta 'sin base racional lógica'.»[5] En 1879, en el artículo «Los Ministres catalans» publicado en Diari Català, Almirall afirma,[6]
Otros autores catalanes, como Prat de la Riba o Rovira i Virgili también emplearon el término «raza» desde un punto de vista cultual, siempre para señalar las diferencias y la oposición entre pueblos.
En Heregias, Gener, que en esa época todavía no había descubierto el catalanismo y todavía empleaba la «raza» en un sentido histórico, «raza histórica», aplica las doctrinas raciales a España y entronca con el concepto de «nacionalidad».
[9] Dichas supuestas características genéticas, bereberes y semíticas, del centro de la península configurarían para Gener, según recoge Martínez Hoyos, otras cualidades como la «morosidad», el «desprecio del tiempo», la «mala administración» o el «caciquismo».
El racialismo fue traído desde París por Pompeyo Gener, influenciado por Jules Soury y la Société d'Anthropologie de Paul Broca.
Destacó entre ellos Domènec Martí i Julià, psiquiatra, con una postura avanzada para la época, que, aún declarándose antirracista, sostenía la existencia de las nacionalidades basadas en el Estat natural, o sigui, la funció fisiòlogica del dret dels homes i dels pobles, y sentía la necesidad de estudiar la «gènesis del nostre poble» para llevar la voz de Cataluña a los estudios de historia social universal que comenzaban a desarrollarse.
Durante la década de 1930 algunas corrientes del nacionalismo y del independentismo catalán se habían acercado al fascismo italiano y al nazismo alemán, que por su parte los veía de forma ambivalente.
Así, Bosch Gimpera considera que las diferencias raciales entre catalanes y castellanos se basan en un hecho científico que explicaría la Guerra Civil en un enfrentamiento sempiterno entre dos pueblos que sólo han permanecido unidos debido a la «antinatural» y «catastrófica» intervención de cartagineses y romanos: «bajo la aparente asimilación romana o bajo las unificaciones musulmanas o modernas, dicha diversidad [étnica de España] continúa latente y la personalidad de los pueblos permanece intacta».
[29] Las formas explícitas de «etnicismo regional», como cita Teun van Dijk, siguen ampliamente difundidas.
Algunos personajes políticos como Heribert Barrera entendían que un exceso de inmigración podía desequilibrar el sistema autonómico, en particular el catalán, y publicó un libro con comentarios xenófobos y a favor de los argumentos del político austríaco Jörg Haider, claramente opuesto a la inmigración y también al bilingüismo en el sur de Carintia.
[30][31][32] Marta Ferrusola mostró el mismo talante, aunque intentó matizar su postura, alegando que muchos otros coincidían con ella.
[30][32] Políticos nacionalistas como Josep Lluís Carod Rovira o el expresidente Jordi Pujol se desmarcaron de esos postulados.
[33] Pese a todo, el mismo Teun van Dijk señala en su obra que «a pesar de estas explícitas formas de "etnicismo regional" ampliamente difundidas, debería señalar que los nacionalismos periféricos en España no son inherentemente racistas.
Muchos nacionalistas en las comunidades autónomas, particularmente los de izquierda, son personas antirracistas que están a favor del multiculturalismo».