Cuando en 1573 su padre se embarcó para África, Luis regresó a Castiglione, donde, con su madre y sus hermanos, vivió una vida de intensa piedad.
En Mantua, la duquesa Leonor de Austria cuidó a Luis como una madre.
Dada la importancia estratégica del marquesado de Castiglione, fue necesario que la cesión fuera aprobada por el Emperador.
El 25 del mismo mes entraba en el noviciado jesuita de Roma.
Luis atendió con heroísmo a los apestados en S. Giacomo degli Incurabili, en San Juan de Letrán, en S. María de la Consolación, y en el hospital improvisado junto a la iglesia del Gesú, donde contrajo la enfermedad.
Reconocía que «el Señor le había dado un gran fervor en ayudar a los pobres», y añadía: «cuando uno tiene que vivir pocos años, Dios lo incita más a emprender tales acciones».