Iglesia de San Ignacio (Roma)

En el primer cuarto del siglo XVII la capilla se había quedado pequeña y la familia Ludovisi, a la que pertenecía el pontífice de ese momento, Gregorio XV, se compromete a construir una nueva.

Primero se presentó el arquitecto Antonio Sasso pero después fue desbancado por el proyecto del jesuita Horazio Grassi que fue aceptado en 1627.

El interior sigue el modelo de la Iglesia del Gesù: una gran sala que tiene tres capillas a cada lateral, más un crucero formando una cruz latina.

Las capillas tienen todas un techo plano, a excepción de las del presbiterio que son ovales.

En la contrafachada aparecen dos figuras alegóricas de la religión y la magnificencia que sujetan una inscripción en latín.

El mismo artista describe la iconografía: Imágenes relacionadas con el fuego y la luz se repiten en toda la iglesia, ya sea en forma de antorchas o flechas de fuego, sostenidas por ángeles en los diversos frescos del templo, incluida la sacristía.

La razón es que se asocia a la iconografía de Ignacio el fuego y la luz, inspirado en el texto de San Lucas capítulo 12, versículo 49: «He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡Cuánto desearía que ya hubiera prendido!» Palabras de Jesús que Ignacio y Compañía se proponen llevar a cabo.

Al acercarse uno se da cuenta de que la cúpula está pintada sobre una superficie plana.

Fresco de la Apoteosis de San Ignacio o La gloria de san Ignacio, obra de Andrea Pozzo .