Su obra en acuarela documenta sus viajes a lo largo del mundo, incluyendo lugares como Venecia, el Tirol, Corfú, España, Oriente Medio, Montana, Maine o Florida.
Sargent disfrutó del aplauso internacional como retratista, aunque no sin cierta controversia y alguna reserva crítica.
Estando Mary embarazada, se detuvieron en Florencia debido a una epidemia de cólera.
[6] Aunque su padre era un paciente profesor de asignaturas básicas, el joven Sargent era un niño inquieto, más interesado en actividades al aire libre que en sus estudios.
Diversos intentos de escolarizarlo formalmente terminaron en fracaso, debido principalmente a su vida itinerante.
Si pudiéramos permitirnos el darle lecciones realmente buenas, pronto sería un pequeño artista".
Allí estudió la obra de Velázquez con pasión, absorbiendo la técnica del maestro, al tiempo que tomó ideas para sus trabajos futuros.
[23] Sus viajes a Italia dieron lugar a bocetos e ideas para diversas pinturas de escenas callejeras venecianas, que capturaron gestos y posturas que serían útiles para retratos posteriores.
[24] Tras su regreso, Sargent no tardó en recibir diversos pedidos de retratos; su carrera estaba lanzada.
Inmediatamente demostró la concentración y energía que le permitieron pintar con la constancia de un obrero durante los siguientes veinticinco años.
Sargent escribió a un conocido mutuo: Completar la pintura le llevó alrededor de un año.
[37] En un principio, la crítica británica no fue favorable a Sargent, echándole en cara su forma afrancesada de pintar.
Henry White, describió su técnica como "dura" y "casi metálica", "sin gusto en la expresión, el aire o la pose".
[39] Sargent pasó mucho tiempo pintando al aire libre en la campiña inglesa cuando no estaba en su estudio.
A Sargent nunca se le ha considerado como un pintor impresionista, pero a veces sí usó técnicas propias de este movimiento, logrando grandes resultados; Claude Monet pintando en el linde de un bosque está realizado siguiendo su propia versión del impresionismo.
Ese año declinó la concesión del título de Sir y decidió, por el contrario, mantener su ciudadanía estadounidense.
[60] Sargent aceptaba con resignación estas críticas, pero se negó a alterar su punto de vista negativo hacia el arte moderno.
[62] En 1925, poco antes de morir, pintó su último retrato: un lienzo representando a la aristócrata Grace Curzon.
La obra se conserva en el Currier Museum of Art en Manchester, New Hampshire.
Cada destino aportaba la suficiente riqueza y estímulo visual para ser plasmado sobre el papel.
Con sus acuarelas, Sargent se daba el gusto de retomar sus inclinaciones artísticas más tempranas: la naturaleza, la arquitectura, las gentes exóticas y los paisajes montañosos.
[67] Aunque sin alcanzar los niveles de aceptación crítica dados a Winslow Homer, posiblemente el acuarelista americano más destacado, los estudiosos destacan que Sargent dominó completamente la técnica da la acuarela -transparencias y opacidades- incluyendo los métodos usados por Homer.
[71] La prensa local dio voz a la controversia, opinando la mayoría de esta que las pinturas eran ofensivas, aunque no hubo un acuerdo unánime.
[74] En 1922 Sargent fundó, junto a Edmund Greacen, Walter Leighton Clark y otros, las Galerías de Arte Grand Central en Nueva York.
[75] Sargent participó activamente en ellas y su academia, la Escuela de Arte Grand Central, hasta su muerte en 1925.
Entre los artistas con que se relacionó estuvieron Dennis Miller Bunker, James Carroll Beckwith, Edwin Austin Abbey (que también trabajó en los murales de la Biblioteca Pública de Boston), Francis David Millet y Claude Monet, a quien Sargent retrató.
[83] Sin embargo, también tuvo muchas amistades femeninas, al tiempo que una sensualidad equivalente se observa en sus estudios y retratos de mujeres (especialmente en Egyptian Girl, 1891).
Donde esto es más visible es en el retrato Almina, hija de Asher Wertheimer (1908), en el que la modelo aparece vistiendo un traje persa, un turbante con incrustaciones de perlas y tocando un tanpura indio, complementos dirigidos a comunicar sensualidad y misterio.
En los años 60, un revival del arte victoriano y nuevos estudios de su obra fortalecieron su reputación.
[94][95] En un artículo de la revista Time el crítico Robert Hughes elogió a Sargent como "el cronista sin rival del poderío masculino y la belleza femenina en una época en que, como la nuestra, se rendía un tributo excesivo a ambas".