Un tiempo después, en 1893, la pareja partió a París, donde era cónsul el también pintor Ramón Subercaseaux, cuñado de Errázuriz, pues estaba casado con su hermana Amalia.
En esa época, pasó una temporada en Madrid, donde conoció a Serguéi Diáguilev y a Ígor Stravinsky, compositor que dedicó unas cálidas líneas en su libro Crónicas de mi vida y que gozó del mecenazgo de la millonaria chilena.
[4] Después de la Primera Guerra Mundial, se instaló nuevamente en la capital francesa.
Otros protegidos de la chilena fueron entonces el poeta suizo Blaise Cendrars y el ya citado Stravinsky.
Terminado el conflicto, permaneció unos años en Francia, pero en 1949 regresó a Chile, donde se instaló en sus fundos de La Calera.
«Aunque ella no diseñó ningún mueble, aunque no tuvo clientes y poco de su trabajo fue fotografiado, es considerada una de las primeras en haber creado una moderna estética minimalista», sostiene Shields.
Ella le había enseñado a desterrar los bibelots (figurillas) de las mesas», de moda durante la Belle Époque, «y a destacar tan sólo un objeto precioso o un cuadro en una pared.
Le había revelado que amueblar una casa consiste en quitarle muebles, en despejar el espacio.