James Douglas (señor de la guerra)

Allí coincidió con William Lamberton, obispo de Saint Andrews, que le tomó bajo su protección y con él[1]​ regresó a Escocia.

Bruce reclamó inmediatamente para sí la corona de Escocia, en claro desafío al rey inglés.

Douglas compartió los sinsabores iniciales con Robert Bruce durante la guerra, estando presente en las derrotas de Methven y Dalrigh.

Mientras Bruce luchaba contra sus enemigos internos en el norte, Douglas planeaba operaciones desde su refugio de Selkirk Forest con notables resultados.

También demostró que podía ser extremadamente cruel, tal como hizo con la guarnición inglesa del castillo de Douglas.

Dos años antes, los MacDougalls habían interceptado y derrotado al ejército real en la batalla de Dalrigh.

Mientras Bruce avanzaba frontalmente contra el enemigo, Douglas, inadvertido por el enemigo, rodeaba la montaña al frente de un grupo de Highlanders leales y lanzaba un ataque sorpresa por la retaguardia.

Durante su regreso al sur, Douglas participó junto a Edward Bruce, hermano del rey, en un exitoso ataque al castillo de Rutherglen, en las cercanías de Glasgow, prosiguiendo la campaña en Galloway.

Sin embargo, esto produjo, inevitablemente, un cierto exceso de confianza en las guarniciones, abastecidas suficientemente como para resistir un bloqueo o asedio.

Douglas había ordenado a sus hombres que se cubrieran con sus capas y gatearan hacia el castillo.

[7]​ El mayor desafío para Bruce se produjo ese mismo año, cuando Eduardo II invadió Escocia con un gran ejército con la excusa de liberar el castillo de Stirling, aunque sus verdaderas intenciones eran encontrar a los zorros.

[10]​[11]​ Una vez el ejército inglés fue derrotado, Douglas solicitó el honor de perseguir al rey Eduardo II y a su guardia, lo que hizo con tal vigor que a los fugitivos, según Barbour, «no les quedó tiempo ni para orinar».

Una lucha había acabado para Douglas, pero otra estaba a punto de comenzar.

Junto con Thomas Randolph, I conde de Moray, Douglas iba a hacerse un nombre, encabezando incursiones escocesas que llegaría hasta Pontefract y Humber.

La táctica usada era sencilla pero eficaz; sus hombres entraban en batalla o se retiraban, según demandara la ocasión, a lomo de pequeños caballos conocido como hobbins (el jinete recibía el nombre de hobelar).

Sin fuerzas en la zona, el Arzobispo de York, William Melton procedió a organizar una guardia local, formada en su mayoría por sacerdotes y otros clérigos menores.

Fue reemplazado por su hijo Eduardo III, aunque el poder efectivo permaneció en manos de Mortimer e Isabella.

La política del nuevo gobierno inglés significó la ruptura de la tregua con Escocia firmada varios años antes.

Una vez más comenzaron las incursiones con la intención de forzar al nuevo gobierno.

Los comandantes ingleses avistaron finalmente a sus esquivos oponentes en la orilla sur del río Wear.

Los escoceses estaban en una situación favorable, y evitaron por todos los medios tomar parte en una batalla.

Antes de su muerte en 1329, el rey Roberto hizo su última petición a Douglas: como su más antiguo y estimado compañero de armas, debería llevar su corazón a Tierra Santa y depositarlo en el Santo Sepulcro en Jerusalén.

Su corazón fue colocado en una pequeña urna de plata que Douglas se colgó al cuello.

Douglas, y casi todos sus hombres resultaron muertos en la batalla, incluyendo a William St.

Fueron llevados a Escocia por los escoceses supervivientes, William Keith de Galston, y Simon Lockhart.

Armas de sir James el Bueno
Armas vestidas por todos los sucesores de Douglas, a excepción de los Douglases de Dalkeith
St. Bride's Kirk, lugar final de descanso de Douglas
Monumento a Douglas en la Plaza de España de Teba