El infrarrealismo es un movimiento poético fundado en México, D. F. en 1975 por un grupo de veinte poetas jóvenes, entre los que se encontraban Roberto Bolaño, Mario Santiago Papasquiaro, José Vicente Anaya, Rubén Medina, Ramón Méndez Estrada, José Rosas Ribeyro, Claudia Kerik y Darío Galicia.
Roberto Bolaño llegó con su familia ese mismo año a México, D. F. desde Chile, con quince años de edad.
En cuanto a su parentesco, tanto los Méndez como las Larrosa eran hermanos, mientras que Lebrija era prima de estas últimas.
En este último coincidieron Roberto Bolaño, Mario Santiago, Rubén Medina y Claudia Kerik.
Leyeron Anaya y Bolaño, quien dio algunas ideas de lo que más tarde aparecería en el primer manifiesto infrarrealista.
Además participaron otros amigos cercanos tales como los artistas plásticos Carla Rippey y Rodolfo Sanabria.
[2] Según el escritor mexicano Carlos Chimal, las medidas del presidente Luis Echeverría para potenciar la actividad cultural del país polarizaron a la sociedad artística mexicana en «dos mundos: la gran cultura y la cultura popular, y no había manera de que se tocaran».
El primero de estos mundos se refiere a los artistas que estaban becados o beneficiados de alguna manera por el gobierno del PRI, entre los que se contaban por ejemplo José Luis Cuevas o Fernando Benítez.
En el otro extremo se encontraba el mundo de la cultura popular, que para los infrarrealistas estaba asociada a una revolución izquierdista y estaba compuesta por aquellos artistas que se oponían a la compra y venta de talento.
Luego en diciembre, en su número 63, la revista publicó Seis jóvenes infrarrealistas mexicanos, con selección e introducción de Mario Santiago, en la que figuraron Darío Galicia, Mara Larrosa, Rubén Medina, Cuauthémoc Méndez, José Peguero y el mismo Mario Santiago.
[3] Roberto Bolaño dejó México en 1977, tiempo después de que lo hiciera también Bruno Montané, con quien se reencontraría en Barcelona.
[3] De los antiguos infrarrealistas, sin duda el que alcanzó mayor prestigio internacional es Roberto Bolaño, quien en Barcelona se afianzó como novelista.
[3] Si bien el movimiento para Roberto Bolaño se terminó con su partida y la de Papasquiaro a Europa en 1977, en 1979 Mario Santiago regresó a Ciudad de México, donde se reunió con sus antiguas amistades y nuevos infrarrealistas.
Junto a la viuda de Papasquiaro, Rebeca López, ha buscado rescatar la obra del poeta.
Una opinión parecida a la de Ayala es la del escritor mexicano Jorge Volpi, para quien el infrarrealismo nunca fue en sí mismo un movimiento literario.
[28] Según la periodista y estudiosa del movimiento, Montserrat Madariaga, el infrarrealismo nunca se caracterizó por tener un estilo ni una estética particular, sino más bien por una manera de afrontar el acto poético, hecho que resume de la siguiente manera:[3]
En particular, los infrarrealistas leían mucho a Allen Ginsberg, Jack Kerouac y William Burroughs.
[4] También sentían simpatía por los estridentistas, movimiento vanguardista mexicano de principios de los años 1920, liderado por Manuel Maples Arce y a quienes varios consideraron sus antecesores, en la medida que ambos buscaron introducir en la cultura mexicana las vanguardias europeas.
En este caso, el infrarrealista que más lo frecuentó fue Roberto Bolaño,[17] con quien desarrolló una amistad, pese a tener ambos algunas diferencias políticas.
[15] Revueltas y Huerta no ejercieron sobre los infrarrealistas una estilística, sino más bien una empatía ideológica, pues ambos eran considerados por ellos «poetas rebeldes».
[17] Otra influencia, esta vez proveniente del Perú, fue el Movimiento Hora Zero, grupo de poesía vanguardista fundado por Jorge Pimentel y Juan Ramírez Ruiz en 1970.
Por otra parte, el único infrarrealista peruano, José Rosas Ribeyro, tuvo lazos con Hora Zero antes de irse a vivir por un tiempo a México, lo que afianzó aún más el lazo y les permitió conocer sus trabajos de primera fuente.
La influencia con este movimiento fue tal que Bolaño escribió en el primer manifiesto infrarrealista: «nos antecede Hora Zero».
Si bien no seguían una organización formal, según Rubén Medina era Bolaño quien planeaba las publicaciones y los recitales, contactándose con artistas plásticos y editores, mientras que Mario Santiago era quien se dedicaba a buscar nuevos integrantes para el grupo,[2] a pesar de que Bolaño también cumplió con este papel en ciertas ocasiones.
[2] Bolaño también fue quien escribió el primer «manifiesto infrarrealista», publicado en la revista Correspondencia infra, revista menstrual del movimiento infrarrealista, a pesar de que Mario Santiago y José Vicente Anaya también redactaron sus propias versiones.
[23] Los infrarrealistas solían reunirse en el Café La Habana, en la esquina de la calle Bucareli con Morelos, y en la Casa del Lago, donde se hacían lecturas poéticas.
Adicionalmente, también se reunían en casa de Carla Rippey, que vivía junto a la imprenta donde trabajaba Juan Pascoe como impresor y editor, bautizada por Bolaño como el Taller Martín Pescador,[15][nota 2] y que solían utilizar para imprimir sus trabajos.
Todas estas reuniones solían acabar frecuentemente en fiestas que se extendían hasta muy avanzada la noche.
Lisa Johnson escribió sobre estos últimos en la publicación Diorama de la cultura, suplemento dominical del periódico Excélsior.
[3] Todas las obras listadas a continuación fueron publicadas en México, D. F., salvo que se indique lo contrario.